Prevenirlas es, casi siempre, sencillo
Las patologías más frecuentes en verano
Verano y vacaciones viajan de la mano. Es tiempo de descanso para muchos. Días de estar al aire libre, de mayor contacto con el agua, de soportar temperaturas considerablemente más elevadas… Esas circunstancias pueden incrementar determinados riesgos y provocar afecciones concretas. Por ello, no está demás repasar las patologías más comunes, que en la mayoría de los casos pueden prevenirse con prácticas muy simples.
Deshidratación
El calor y la exposición prolongada al sol provocan pérdida de agua corporal a través del sudor, la micción o las heces. Si no se repone y no se actúa ante los primeros síntomas, podemos comprometer nuestra salud, e incluso dar lugar al llamado “golpe de calor”. Para prevenir nada más sencillo que beber líquido de manera continuada, incluso aunque no se tenga sed. Lo recomendable es consumir un mínimo de dos litros de agua diarios.
Quemaduras
solares
Abusar de la exposición al sol y hacerlo sin protección la adecuada protección puede
provocar quemaduras de segundo y hasta tercer grado, que se manifiestan en
forma de ampollas, ulceraciones, dolor intenso e incluso fiebre. Para
prevenirlo, la solución pasa por utilizar protectores solares y ser prudentes a
la hora de tomar el sol, especialmente en aquellas horas, las del mediodía, en
donde los rayos son más intensos.
Intoxicaciones
alimentarias
El verano es época en el que este tipo de patologías se multiplican al ingerir alimentos en mal estado por el
efecto del calor. Estas intoxicaciones pueden causar diarreas, náuseas, vómitos
y suponen un importante riesgo de deshidratación. En caso de padecerlas, se
recomienda mantener reposo, hidratarse, ingerir comidas suaves y, por supuesto,
acudir al médico si la situación persiste o se complica.
Otitis
La mayor parte de las otitis que se producen en verano se contagian en playas y
piscinas a través de bacterias y hongos, ya que la combinación de agua y calor
favorece su propagación. Para prevenirlo debemos evitar sumergirnos a menudo,
limpiarnos los oídos después del baño y utilizar tapones (sobre todo en el caso
de los más pequeños, que son más propensos a contraerla).
Hongos
Caminar descalzos en piscinas y duchas públicas es más habitual de lo aconsejable en ésta época del año. Al hacerlo nos exponemos a coger una infección. El trastorno más habitual es el pie de atleta, que provoca dolor, grietas, picores y descamación. La utilización de sandalias, chanclas o el calzado adecuado en los sitios de riesgo nos ahorrará problemas.
Herpes
labial
Es mucho más frecuente en los meses de verano. Los rayos UV favorecen la
transición del virus del estado latente al reactivo. Para prevenirlo son
eficaces los protectores labiales. En
caso de que se presente puede utilizarse un tratamiento tópico antiviral que
detendrá su progresión y acortará la curación del proceso.
Cistitis
Muy frecuente en esta época del año, afecta sobre todo a la mujer.
Habitualmente es consecuencia del contacto con el agua fría y con la mala
costumbre de permanecer demasiado tiempo con el bañador mojado. Para evitar que
la humedad afecte al sistema urinario, es aconsejable secarse bien tras el baño y cambiar
el bañador por uno seco.
Conjuntivitis
La exposición continuada al sol, el aire acondicionado o infecciones adquiridas al abrir los ojos bajo el agua de la piscina o la playa sin llevar gafas pueden provocar problemas oculares. También por el uso de lentillas durante demasiado tiempo. Evitar esas situaciones es ahorrarle problemas a nuestros ojos.
Enfermedades de transmisión sexual
Todas las estadísticas confirman que en verano aumentan las posibilidades de un contacto sexual puntual. Si no se utiliza la debida protección el riesgo de adquirir una de estas enfermedades aumenta considerablemente.