La convivencia en pareja enfrenta retos significativos cuando uno de sus miembros padece una enfermedad crónica, ya sea física o mental, como la depresión. Esta situación no solo afecta al individuo que la padece, sino también a la dinámica relacional, creando una serie de desafíos emocionales, psicológicos y prácticos que pueden transformar profundamente la vida cotidiana y la percepción mutua dentro de la relación. Y es que, la depresión es mucho más que una tristeza prolongada. Se trata de un trastorno complejo con síntomas físicos (fatiga extrema, alteraciones del sueño, falta de energía), emocionales (irritabilidad, aislamiento, pérdida de interés en actividades e incluso disminución del deseo afectivo y sexual) y cognitivos (dificultades de concentración, pensamientos distorsionados y sensación de inutilidad) que afectan todos los aspectos de la vida, incluyendo las relaciones de pareja.

Para el compañero/a de una persona con depresión, esta situación puede generar sentimientos de rechazo, confusión y frustración, especialmente si no comprende la naturaleza del trastorno. Cuando la enfermedad es de naturaleza física la pareja enfrenta, además, una serie de emociones como el miedo, la rabia, el avasallamiento y la preocupación por el futuro. En estas circunstancias, ambos miembros de la pareja deben aprender a procesar un duelo relacionado con la pérdida de su antigua normalidad. Este duelo, necesario pero doloroso, permite reconstruir la relación entorno a una nueva realidad.

Principales desafíos psicológicos para la pareja

Es común que los síntomas de la depresión o el impacto de una enfermedad física grave se interpreten como falta de interés o amor, lo que genera reacciones de desapego o confrontación en la pareja. Esto puede llevar a ciclos disfuncionales: la persona enferma se retrae emocionalmente, lo que alimenta el sentimiento de abandono en el otro miembro. A su vez, la pareja sana puede responder con frialdad o reclamos, intensificando el distanciamiento.

Al mismo tiempo, el miembro de la pareja que asume el rol de cuidador a menudo experimenta una carga emocional significativa, incluyendo ansiedad, culpa y agotamiento. Sin un espacio para expresar estas emociones, es frecuente que se desarrollen sentimientos de resentimiento o impotencia. Además, la enfermedad crónica puede llevar al silencio emocional o a una hiperprotección que limite la autenticidad en el diálogo, debilitando la conexión emocional.

Terapias para fortalecer la relación

La intervención terapéutica en parejas afectadas por la enfermedad crónica debe abordar tanto las necesidades del individuo afectado como las dinámicas relacionales. Estas son algunas de las herramientas y enfoques más efectivos:

  1. Terapia de pareja. Fundamental para reconstruir el equilibrio y fomentar una comunicación abierta. En este proceso se trabaja en identificar patrones de interacción disfuncionales y reemplazarlos por dinámicas más constructivas. Además explora las emociones subyacentes de ambos miembros, como el miedo o la culpa, en un entorno seguro. Por último se fomenta la empatía mutua, entendiendo cómo cada uno percibe y enfrenta la situación.
  2. Terapia individual. A menudo, la persona sana en la relación necesita un espacio para procesar sus propias emociones, como el resentimiento o la sensación de pérdida de autonomía. La terapia individual puede ayudarle a gestionar estas emociones y a reforzar su rol como apoyo, sin perder de vista sus propias necesidades.
  3. Terapia cognitivo-conductual (TCC). La TCC es útil para ambas partes, ya que ayuda a la persona afectada por la enfermedad a manejar síntomas como pensamientos negativos o conductas de evitación. Y también permite al miembro sano reestructurar creencias erróneas, como «si mi pareja me quisiera, haría más esfuerzos».
  4. Terapia basada en el mindfulness. El mindfulness puede ser una herramienta poderosa para ayudar a la pareja a desarrollar una mayor aceptación y resiliencia. Las prácticas de atención plena reducen el estrés, fomentan la conexión emocional y ayudan a gestionar los momentos difíciles sin reacciones impulsivas.

La educación sobre la enfermedad, tanto mental como física, es esencial para reducir malentendidos y fomentar la empatía. Comprender que ciertos comportamientos son síntomas y no elecciones conscientes puede transformar la perspectiva de la pareja. Porque comprender y acompañar las necesidades emocionales, tanto individuales como
compartidas, es esencial para construir relaciones más saludables y resilientes.

Consejos prácticos para la convivencia

  1. Fomentar la autonomía. Aunque el instinto de cuidado puede ser fuerte, es importante permitir que la persona enferma mantenga su independencia en la medida de lo posible, reforzando su autoestima.
  2. Comunicar sin imponer. Expresar afecto y preocupación sin esperar reciprocidad inmediata ayuda a evitar el
    desarrollo de sentimientos de culpa en el compañero afectado.
  3. Buscar momentos de conexión. Planificar actividades sencillas pero significativas puede ayudar a mantener viva la conexión emocional, como paseos, cocinar juntos o compartir una película.
  4. Establecer límites saludables. El miembro sano debe aprender a identificar cuándo necesita descansar o buscar apoyo externo, sin sentirse culpable por no poder dar siempre el 100%. Enfrentar una enfermedad crónica en la pareja es un reto complejo, pero con el apoyo adecuado y un enfoque terapéutico, es posible no solo superar las dificultades, sino también fortalecer el vínculo.