Con el sacrificio de Excalibur se trata de fingir que todo está bajo control y la Ministra sigue sin dimitir, cuando como decimos el perro fue sacrificado sin sensibilidad alguna y sin argumentos técnicos. Probablemente, la decisión haya sido tomada desde Europa, por políticos con buenos sueldos y sin mascotas para entender que es uno más en las familia.

Y este debate no debe encubrir la realidad: en el proceso no se ha actuado correctamente, aún está por ver la conclusión a la que se ha llegado de que la cadena preventiva de contagio se rompió exclusivamente porque Teresa se tocó la cara con los guantes, aunque sospechamos que no será esta su última declaración.

En cualquier caso, la responsabilidad última es política, debido a una cadena de malas decisiones y a un dudoso protocolo de actuación que de momento se ha saldado con la muerte del animal y el testimonio de la enfermera contagiada. Al final, el tiempo dará y quitará razones, porque se mire por donde se mire no se sostiene el espectacular teatro mediático montado desde la soberbia por un político de turno que en este caso de llama Ana Mato y que sigue, como decíamos al principio, sin dimitir.

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