Los tumores vertebrales son una patología compleja y poco visibilizada dentro del ámbito oncológico, a pesar de que su impacto en la calidad de vida de los pacientes puede ser significativo. Uno de los principales desafíos en este ámbito es que la mayoría de los tumores vertebrales tienen un origen metastásico, es decir, provienen de otros tipos de cáncer que se han diseminado a la columna vertebral. Según el estudio Epidemiología y clínica de las metástasis vertebrales (2023), en el que han participado especialistas de la Sociedad Española de Columna Vertebral (GEER), entre el 70% y el 80% de los tumores malignos originan metástasis óseas y, de ellas, el 70% afectan a la columna vertebral. Dentro del raquis, la distribución más común de estas metástasis se localiza en la columna torácica (60-80%), seguida de la lumbar (15-30%) y la cervical (<10%).
A pesar de los avances en técnicas de imagen, la biopsia sigue siendo el método definitivo para diagnosticar estos tumores. “Un diagnóstico y tratamiento precisos requieren una evaluación médica individualizada. Los especialistas del GEER trabajamos para promover la investigación y mejorar el diagnóstico precoz de los tumores vertebrales con el objetivo de aumentar la supervivencia y la calidad de vida de los pacientes”, destaca el doctor Luis Álvarez Galovich, presidente del GEER.
La GEER pone el foco en la importancia del diagnóstico precoz y la investigación para mejorar la detección y el abordaje de estos tumores, que pueden ser benignos o malignos, pero que en ambos casos suponen un riesgo importante para quienes los padecen. Y es que, la detección temprana puede evitar complicaciones neurológicas y mejorar el pronóstico de los pacientes.
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Tumores primarios y metástasis: dos realidades diferentes
Aunque existen tumores primarios en la columna vertebral, estos son raros y representan menos del 5% de los tumores óseos, según datos de la Red Española de Registros de Cáncer (REDECAN). Lo más frecuente es la afectación metastásica secundaria, lo que refuerza la importancia de vigilar síntomas de sospecha en pacientes con antecedentes de cáncer.
Los tumores de columna pueden clasificarse en dos grandes grupos:
- Tumores benignos, como el hemangioma, osteoma osteoide, osteoblastoma o condroblastoma. Suelen localizarse en el arco posterior de las vértebras y, aunque no metastatizan, pueden comprometer la estructura ósea y causar dolor o problemas neurológicos.
- Tumores malignos, entre los que se incluyen el osteosarcoma, mieloma, plasmocitoma, linfoma, cordoma, condrosarcoma o sarcoma de Ewing. Estos pueden extenderse a otras partes del cuerpo y representar un riesgo vital para el paciente.
Diferencias por edad: cuándo sospechar
El tipo de tumor vertebral más frecuente varía según la edad del paciente:
- En menores de 20 años, predominan tumores benignos, como el osteoma osteoide (que suele localizarse en la parte posterior de la columna), el osteoblastoma (similar pero de mayor tamaño), el hemangioma (un tumor de vasos sanguíneos en el cuerpo vertebral) o el quiste óseo aneurismático (lesión con cavidades llenas de sangre).
- A partir de los 30-50 años, se observa un aumento de los tumores malignos, en especial las metástasis vertebrales, el mieloma múltiple, el condrosarcoma (cáncer del cartílago), el cordoma (tumor raro de la notocorda, en la base del cráneo o el sacro) y los sarcomas.
Síntomas de alarma: cuándo acudir al médico
El dolor es la manifestación más frecuente en los tumores vertebrales, especialmente en los metastásicos. Se estima que el 85% de los pacientes con metástasis espinal sufren dolor, que suele ser más intenso por la noche, no mejora con el reposo y obliga a dormir en posiciones poco convencionales, como sentado.
Otros signos de alarma que pueden hacer sospechar la presencia de un tumor vertebral incluyen: dolor nocturno persistente, pérdida de peso inexplicada; radiculopatía (dolor irradiado por afectación de un nervio espinal; fracturas patológicas (sin traumatismo claro que las justifique); síntomas neurológicos, como cefaleas, mareos o pérdida de fuerza en extremidades; y edad menor de 18 años con dolor vertebral de origen desconocido.