La epilepsia es una de las enfermedades neurológicas más comunes, que afecta a millones de personas en el mundo. Y además del impacto médico, quienes conviven con esta patología también tienen que enfrentarse a la barrera del estigma social. Según el neurólogo Iván Iniesta López, del Hospital Los Madroños de Madrid e investigador de EpiNet, la discriminación y los prejuicios afectan gravemente la calidad de vida de los pacientes, limitando su desarrollo personal y social.

Además de las crisis físicas que genera, las personas con epilepsia suelen verse afectadas por la ansiedad y la depresión, trastornos psicológicos que afectan a una gran parte de los pacientes. Además, el doctor Iniesta López advierte sobre el riesgo de muerte súbita en casos donde las crisis no están bien controladas, especialmente si se producen durante la noche o si los pacientes no siguen correctamente la medicación. Todo ello repercute en un fuerte estigma social que a su vez desemboca en problemas sociales y laborales difíciles de superar.

Además de los síntomas propios de la enfermedad, los pacientes con epilepsia activa enfrentan un mayor riesgo de accidentes graves, especialmente por caídas o ahogamientos. Por ello, es recomendable que eviten bañarse solos y tomen precauciones en actividades de riesgo. Al mismo tiempo, ven limitada su autonomía y sus posibilidades con las restricciones legales que impiden conducir vehículos motorizados a aquellas personas que hayan tenido una crisis en el último año.

Identificación y abordaje

Desde el punto de vista clínico, la epilepsia se clasifica en dos tipos principales: focal y generalizada. En la primera, las crisis tienen su origen en una zona concreta del cerebro, mientras que en la segunda, el proceso afecta a ambos hemisferios de manera simultánea. Aunque son el síntoma más visible, las convulsiones no siempre están presentes, ya que algunas crisis pueden manifestarse de otras formas menos evidentes.

Si se detecta una crisis epiléptica espontánea hay que saber que no siempre es necesario administrar medicación de urgencia. La recomendación principal es seguir el protocolo PAS (Proteger, Avisar, Socorrer), colocando al paciente de costado y evitando introducir objetos en su boca. Sin embargo, si la crisis dura más de cinco minutos, es fundamental aplicar tratamiento inmediato y trasladar al paciente a un centro con guardia neurológica y cuidados intensivos.

En este sentido, otro de los grandes desafíos en el tratamiento de la epilepsia es la resistencia a los medicamentos. Según datos clínicos, aproximadamente un tercio de los pacientes no responde adecuadamente a las terapias farmacológicas, lo que se conoce como epilepsia fármacorresistente. Para estos casos, existen opciones como la cirugía, pero su aplicación requiere un estudio exhaustivo para determinar si es una alternativa viable.

Epilepsia retos

Diferentes etapas de la vida

Aunque la epilepsia puede aparecer a cualquier edad, es más frecuente en la infancia y en la tercera edad. En los niños y preadolescentes, muchas formas tienden a remitir de manera espontánea, sin necesidad de tratamiento y sin dejar secuelas. En los adultos mayores, en cambio, la enfermedad suele estar relacionada con problemas como el ictus o la enfermedad de Alzheimer.

Para un diagnóstico preciso, el especialista debe basarse en la historia clínica del paciente, complementada con la información de testigos presenciales. Pruebas como análisis de sangre, electroencefalogramas y resonancias magnéticas ayudan a confirmar el diagnóstico y a diseñar un tratamiento adecuado.

El doctor Iniesta López subraya que un diagnóstico y tratamiento precoz pueden mejorar significativamente el pronóstico de la enfermedad. Por ello, insiste en la importancia de una valoración temprana por parte de un especialista en epilepsia, lo que permitiría un mejor control de la enfermedad y reduciría las complicaciones a largo plazo.