A medida que crecen, los jóvenes necesitan espacios donde experimentar, enfrentarse a retos, ganar confianza y sentirse parte de algo. El deporte es uno de esos escenarios privilegiados donde todo esto ocurre de forma natural. Equipos, entrenamientos, competiciones y, también, derrotas. Porque en cada partido no solo se juegan puntos o trofeos, sino que se moldean personas. Así, podemos afirmar que el deporte no es solo una actividad física; es una herramienta poderosa de desarrollo integral, particularmente para los adolescentes. En esta población el ejercicio actúa como catalizador de salud, desarrollo académico, emocional y social. Sin embargo, a pesar de sus innumerables beneficios, un alarmante 80% de los adolescentes en edad escolar (de 11 a 17 años) no realizan el mínimo recomendado de una hora de actividad física al día, según la Organización Mundial de la Salud (OMS). ¿Qué estamos haciendo mal?
Una de las principales razones por las que se hace poco deporte entre los jóvenes es el auge de los estilos de vida sedentarios, alimentados por el uso excesivo de dispositivos electrónicos. El tiempo que antes se dedicaba a jugar al aire libre o a participar en actividades físicas organizadas ha sido sustituido por horas frente a pantallas, ya sea para estudiar, socializar o entretenerse. Esta tendencia, sumada a una sobrecarga de tareas escolares y a la falta de tiempo libre estructurado, ha reducido drásticamente las oportunidades para moverse y mantenerse activos de forma regular.
Además, en muchos entornos, el acceso al deporte sigue siendo desigual. No todos los niños y adolescentes cuentan con instalaciones adecuadas, entrenadores preparados o actividades deportivas accesibles económica o geográficamente. A esto se suma que en algunos centros educativos la educación física aún ocupa un lugar secundario en el currículo, lo que limita la exposición al ejercicio en una etapa clave del desarrollo. Sin políticas públicas contundentes y una implicación real de las familias y los colegios, fomentar una cultura del deporte inclusiva y sostenible sigue siendo un reto pendiente.

El deporte y la construcción de habilidades esenciales
“El ejercicio regular no solo mejora la salud física, sino que también potencia la capacidad de gestionar las emociones y el estrés gracias a la liberación de hormonas del bienestar como la serotonina, las endorfinas y la dopamina”, explica Jonny Cross, director de deporte y educación física de The British School of Barcelona (BSB). Según detalla, la actividad física en los jóvenes es una aliada en la construcción de una base sólida de habilidades esenciales para la vida, como el trabajo en equipo, la toma de decisiones saludables, la resiliencia y la gestión emocional.
Así, participar en actividades deportivas, ya sea en equipo o de manera individual, permite a los jóvenes aprender a comunicarse, a resolver conflictos y a tomar decisiones rápidamente, lo que se refleja no solo en su vida social, sino también en su desempeño académico. El ejercicio no solo mejora la condición física, sino también el bienestar mental, contribuyendo a una actitud positiva frente a los desafíos que puedan surgir en su vida diaria.
“La diferencia entre los alumnos que practican deporte regularmente y aquellos que no lo hacen es clara”, asegura Cross. Y no solo en términos físicos —agilidad, fuerza, coordinación o velocidad—, sino también en aspectos más intangibles como la autoestima, la seguridad personal o la capacidad de afrontar conflictos con madurez.
Según el responsable de BSB, estos beneficios se reflejan incluso en el aula: los estudiantes deportistas tienden a desarrollar una mentalidad de superación, una mayor concentración y una actitud competitiva positiva que se traduce en mejores resultados académicos. Lejos de tratarse de mundos aislados, el rendimiento físico y el escolar van muchas veces de la mano.
Educación activa e inclusiva
Para que todo esto ocurra, es necesario un enfoque educativo que integre el deporte como una parte estructural del día a día escolar. No basta con dos horas semanales de educación física. La clave está en crear una cultura activa, accesible y atractiva para todos los perfiles de estudiantes. “Tenemos muy claro que el deporte es para todos”, afirma Cross. “Potenciamos la igualdad y la equidad, proporcionando oportunidades para que cada uno pueda experimentar y encontrar su propio camino. Este enfoque holístico permite que cada estudiante encuentre su lugar, ya sea compitiendo, formando parte de un equipo o simplemente disfrutando del juego y la convivencia”.
Pero la necesidad de promover una actividad física inclusiva no debe recaer solo en los centros escolares. Las familias, las instituciones y la sociedad en general tienen también un papel crucial. Porque al final, el objetivo es compartido: criar generaciones más sanas, equilibradas, cooperativas y emocionalmente inteligentes. El deporte es, y debe seguir siendo, una vía privilegiada para lograrlo.