En muchos lugares del mundo, ver no es solo una función fisiológica, es una oportunidad que marca la diferencia entre la autonomía y la exclusión. Bajo esta premisa trabaja la Fundación Elena Barraquer, que desde el año 2017 lleva a cabo expediciones quirúrgicas en países africanos con un objetivo claro: erradicar la ceguera evitable por cataratas. Allí donde el acceso a una simple operación ocular es prácticamente inexistente, su equipo monta un quirófano portátil para transformar la vida de 90 personas al día.

El documental «#NoMásCataratas. Un desafío global», presentado recientemente, da voz a esta realidad que viven las personas de países subdesarrollados, donde las cataratas pueden abocar a una ceguera de por vida.. Una producción que va mucho más allá del relato visual: pone el foco en una injusticia silenciada y en una respuesta humanitaria que combina ciencia, vocación y compromiso. “Queríamos mostrar no solo lo que ocurre dentro del quirófano, sino también todo lo que sucede alrededor: el esfuerzo del equipo, la emoción de los pacientes y el impacto profundo en sus vidas”, explica Elena Barraquer, presidenta de la Fundación.

El documental recoge testimonios de pacientes, voluntarios y personal local, y revela algo que va más allá de la asistencia sanitaria: la transformación mutua. Muchos de los voluntarios que participan por primera vez en una expedición coinciden en una misma reflexión: “Esto hay que contarlo”. La experiencia de devolver la vista no solo cambia la vida del paciente, también deja una huella profunda en quienes hacen posible el milagro.

Más de 25.000 cirugías en siete años

Desde 2017, la Fundación ha realizado más de 25.000 cirugías en 26 países distintos. A lo largo de 77 expediciones, han recorrido más de 1,4 millones de kilómetros, atendido a unas 200.000 personas en consulta y entregado más de 65.000 gafas. Pero más allá de las cifras, cada historia cuenta. Como la de aquel hombre que, tras la operación, entregó su bastón diciendo que ya no lo necesitaba. O la de una madre que pudo volver a cuidar de sus hijos tras recuperar la vista. O la de una joven que, tumbada en la camilla, esbozó una sonrisa al ver de nuevo por primera vez. Elena Barraquer recuerda con orgullo cada una de ellas.

En las regiones donde actúa la Fundación, muchas personas viven condenadas a la oscuridad por una patología tan frecuente como tratable. Las cataratas, principal causa de ceguera evitable en el mundo, impiden que la luz llegue a la retina de manera adecuada. En contextos sin recursos, esto significa no poder trabajar, estudiar, desplazarse con seguridad o incluso reconocer a los seres queridos. Las consecuencias no son solo individuales: afectan a familias enteras y perpetúan la pobreza y el aislamiento social.

“Hay países donde hay un solo oftalmólogo para más de un millón de personas. Nosotros llegamos con un quirófano portátil, un equipo voluntario y muchas ganas de cambiar las cosas”, afirma la doctora Barraquer. El modelo que han desarrollado permite operar de forma segura, rápida y eficiente, incluso en lugares con infraestructuras limitadas. Tras años de experiencia, han afinado cada paso del proceso quirúrgico hasta convertirlo en una maquinaria precisa. “Todo está pensado para optimizar el tiempo y los recursos, y para no dejar a nadie atrás”.

“Nuestra vocación va más allá de lo médico. Nos mueve el deseo de estar donde más se nos necesita y de ofrecer esperanza donde parece no haberla”, destaca Barraquer. El compromiso se extiende también a la formación de personal local. En cada misión, además de operar, se imparten talleres y se refuerzan capacidades para fomentar un modelo más sostenible en el tiempo. La colaboración con actores locales es clave para garantizar continuidad y arraigo.

Abordando desafíos locales

A pesar de los avances, los desafíos son enormes. La falta de recursos, de personal especializado y, en ocasiones, de apoyo institucional, limita el acceso a una atención visual digna en muchas partes del mundo. “Nuestro sueño es llegar a un punto en el que no seamos necesarios, porque el sistema local pueda dar respuesta a todas estas necesidades. Pero mientras tanto, seguimos adelante”, afirma la oftalmóloga.

La clave del éxito, según Elena Barraquer, ha sido el trabajo constante y la pasión compartida. Un equipo entregado, abierto a aprender de cada experiencia y con la convicción de que la salud visual no debe ser un privilegio. “No hay secretos. Solo esfuerzo, colaboración y mucha humanidad”, resume.

“#NoMásCataratas” no es solo un título, es un grito de acción. Un llamado a no permanecer indiferentes ante una injusticia tan visible. Porque donde hay voluntad, hay solución. Y porque devolver la vista es también devolver la vida.

En este sentido, la Fundación también trabaja en la sensibilización y movilización social. Con el documental esperan abrir los ojos del mundo a esta realidad. “Queremos que el espectador salga con conciencia, esperanza e inspiración. Que entienda que, con muy poco, se puede hacer mucho. Y que todos podemos formar parte del cambio”.