La primera semana de Octubre recibimos la llamada de teléfono que nos comunicó que Martina entraría en quirófano el día 13 del mismo mes. Ya teníamos fecha para aquello por lo que tanto habíamos batallado y no suponía más que iniciar el largo camino que arreglaría a nuestra pequeña los errores óseos cometidos por la genética.
Tras la llamada llegaron momentos de ilusión, confusión, nervios…, incluso alguna que otra lagrimilla provocada por el miedo y la evidente alegría.
Los días pasaban rápidamente y los preparativos se sucedían. La familia debió redoblar esfuerzos dado que Martina y Andrea no asistirían a la guardería; la intención era evitar que contrajeran algún virus, cosa habitual en las guarderías, que provocase un resfriado y la consiguiente anulación del quirófano.
El día previsto, Martina ingresó a las siete de la mañana. Nos asignaron habitación, cama y comenzó la espera del celador que nos acompañaría a la antesala. Pasada media hora aproximadamente la introdujeron en quirófano para que la Dra. De Gálvez y la Dra. Díaz empezaran a dar forma a las manos de Martina y a nuestros deseos.
Los minutos parecían horas y las horas no pasaban…; dos horas y media duró la intervención. Al final de la operación, la Dra. de Gálvez salió a contarnos el desarrollo y lo ocurrido, y fue cuando nos comunicó que operaron ambas manos puesto que al terminar con la mano izquierda vieron que tenían tiempo y energías suficientes para operar la derecha…; así le ahorrarían una entrada extra en quirófano y la próxima vez que entrara no sería para sentar unas bases sobre la mano derecha, sino para obtener mayores y certeros resultados.
Tras la intervención hubo dos días de ingreso y tras estos días marchamos a casa con la necesaria prescripción de analgésicos y más. Como tenia ambas manos vendadas desde los dedos hasta los codos, había que vigilar la coloración de la punta de los dedos y por supuesto mucho cuidado con posibles golpes, cuéntale eso a una niña que está aprendiendo a andar, y nada de que se mojen los apósitos.
Hemos de reconocer que muchos adultos no somos capaces de atravesar tal tramite con el nivel de fortaleza y serenidad que Martina mostró en todo momento.