Al igual que el año anterior, esta segunda intervención se realizaría al acabar el verano, la única diferencia es que se realizó antes de lo previsto.
En esta ocasión solo necesitaban intervenir la mano derecha. El paso por quirófano pretendía dotarle de un pulgar con la mayor libertad de movimiento y fuerza que le fuera posible, para esto utilizaron un tendón común del dedo anular y se lo donaron a su pulgar. También se pretendía mejorar la posición, para lo cual habia que separar el dedo pulgar del índice y para ello debían coger piel de su ingle y hacer el correspondiente injerto. Si bien no pretendía convertirse en la última entrada en quirófano, si se intentaría avanzar lo suficiente como para obtener grandes y vistosos resultados.
Dejamos a nuestra pequeña en la antesala de quirófano a las nueve de la mañana. Pasaron las dos primeras horas, con sus correspondientes nervios, pero pasaron de forma llevadera. Pasada la una de la tarde ya quedábamos pocos en la sala de espera y la habitación parecía que menguaba. Acercándonos a las cinco horas, cinco largas horas, en la sala de espera no quedábamos más que nosotros y fuimos a la antesala de quirófano a ver si nos podían informar del desarrollo.
Al rato nos dijeron que pudieron hablar con la doctora y que todo iba bien pero que estaba siendo muy laborioso y complicado, que seguían trabajando y que por el momento no cerrarían.
A las seis horas nos avisaron de que todo terminó y salieron las doctoras a ponernos al tanto. Aparentemente esta segunda intervención fue nuevamente un gran éxito. Para poder realizar tan larga y complicada intervención se debieron practicar seis incisiones, cinco en la mano y una en la ingle para el mencionado injerto.
Ahora a ella le quedaba recuperarse de la anestesia y a nosotros recuperarnos de una muy difícil mañana y
prepararnos para unos días complicados.