Martina empezó a crecer, las semanas y meses fueron pasando acompañados de las correspondientes y periódicas consultas. Varios fueron los profesionales que evaluaron a Martina en la consulta de trauma. En una de las visitas se empezó a hablar sobre la necesidad de intervención quirúrgica, pero sin expresar claramente qué tipo de intervención, ni cuando, ni que resultado se esperaba obtener.
Mientras esto sucedía nosotros seguíamos buscando al profesional que ayudara a que las manos de Martina fueran lo más funcionales posibles. Cierto día encontramos un especialista en problemas de plexo braquial, cirugía de la mano, microcirugía y cirugía plástica. El inconveniente era la distancia. Para acudir a la consulta nos debíamos desplazar de Málaga a Madrid, con nuestras hijas?., no teníamos ninguna intención de dejar a Andrea los dos o tres días que pasaríamos allí.
Decidimos pedir consulta y aquí fue donde empezaron nuestros gastos extraordinarios: billetes de tren, alojamiento, comidas, taxis, consulta y algún que otro gasto inesperado.
Sentimos no poder guardar ningún buen recuerdo de esta visita. La solución que este profesional nos ofreció fue la de, directamente, amputar el dedo pulgar derecho y pulgarizar el índice. La mano izquierda no seria intervenida. De esta forma la mano derecha quedaría con cuatro dedos y la izquierda?.., abandonada a su suerte. En los escasos 15 minutos que duró aquella consulta la vida nos dio un vuelco que no esperábamos, hasta el momento jamás se nos había pasado esa posibilidad por la cabeza.
Acabada la consulta nos dirigimos a la estación de trenes de Atocha para hacer un extraño viaje; fuimos ilusionados a conocer el profesional que podía ayudar a nuestra hija y regresábamos con una solución que no cabía en nuestras cabezas ni en nuestros corazones. No llegamos a bajar del tren cuando ya prácticamente teníamos desechada la posibilidad de operar a Martina en La Paz y de la mano del doctor que conocimos.
Entonces nos dimos cuenta que el camino que nos tocaba andar seria largo y muy delicado. Por suerte, el ‘problema’ de nuestra pequeña no intervenía en su desarrollo y por tanto crecía y aprendía como cualquier otro bebé.