El ansiado y temido mes de junio llego recordando que teníamos una cita en cardiología. Ansiado porque teníamos la cita que pondría en marcha todo el mecanismo de pruebas necesarias para la intervención de corazón de Martina y eso es avanzar. Temido porque es un avance muy serio, una intervención de corazón con circulación extracorpórea no es plato de gusto así te lo sirva el mejor chef del mejor restaurante.
Cuando entramos en la consulta nos llevamos la desagradable sorpresa de que no era su cardióloga quien realizaría la revisión. Esto es algo que al inicio resulta indiferente, pero con la experiencia adquirida a lo largo de tanto tiempo en distintas consultas, aprendes que la subjetividad del facultativo siempre está presente. Eso para lograr un diagnóstico certero y fiable puede ser una dificultad. Antes de continuar creemos que es justicia aclarar que de esto no es el médico el responsable, personal sanitario y no sanitario en un hospital no son más que un puñado de piezas en manos de la indiferente gerencia del hospital.
Acabada toda exploración y la habitual ecocardiografia, y ahora viene lo realmente desagradable, nos dicen lo siguiente: «En la anterior revisión os comentaron que vuestra hija se operaria antes de fin de año. Pues no será así. La operaremos a final del año que viene«.
Seis meses, seis largos y malditos meses nos tuvieron entretenidos. Contentos y felices porque antes de que acabara el año darían solución a la cardiopatia de Martina cerrando de esa manera una fea puerta. Pero también asustados y expectantes porque para cerrar esa fea puerta hay que realizar una muy delicada y intervención, todo para al final nada.
El argumento que desmonta y pospone un año el quirófano es que Martina no presenta síntomas de alarma y que los estándares recomiendan que una CIA se opera a partir de los cuatro años. Lo cual da a entender que la unidad de criterio entre profesionales es nula y además hace sospechar que deben concurrir síntomas de alarma para que te metan en quirófano, ¿¿¿Más vale prevenir???
En definitiva aquella consulta no sirvió más que para alargar una tensa espera y para quizás demostrar (esto es una opinión personal), que la falta de liquidez es algo que se está haciendo patente en nuestros hospitales, pero esto es algo que no vamos a valorar ni tratar más allá de este comentario.
Anulada toda posibilidad de intervención quirúrgica las vacaciones en nuestros respectivos trabajos las podíamos utilizar para nuestro ocio y el de nuestras pequeñas y no para atender convalecencias. Así que, haciendo uso del ‘no hay mal que por bien no venga’, decidimos olvidar el episodio hasta el mes de diciembre que toca revisión, y disfrutar de
las vacaciones que por distintas intervenciones aun nunca habíamos tenido.