Muy a principios de 2012 tuvimos consulta en cardiología. Con muchas y pocas ganas a la vez acudimos el día de la cita. Tras el recomendable reconocimiento inicial y la pertinente entrevista, la doctora inició la ecocardiografía. Ésta seguía arrojando información que ya conocíamos: «Las CIV han cerrado espontáneamente o no son funcionales, pero la CIA sigue siendo amplia».
Para nuestra sorpresa, que siempre las hay, nos dicen que no encuentran las venas pulmonares. No saben si se debe a una estenosis o a una deslocalización de éstas. Llegados a este punto acuerdan que antes de que acabe 2012 le deben practicar a Martina una ecocardiografía transesofágica y un cateterismo para localizar esas venas y conocer la posición y configuración del corazón. Tras ello intervendrán.
Lo que significa que en menos de diez meses nos vuelven a colocar a nuestra pequeñaja en un quirófano. Lo cual significa adelantar la intervención un año puesto que la idea inicial era operarla a la edad de cuatro años. Al finalizar, como siempre, nos dieron las recomendaciones habituales para ella y una nueva cita, en este caso, para el mes de junio. Será entonces cuando se establezca un calendario para las pruebas y el quirófano.
Las semanas pasaban y cada una de ellas era una difícil prueba dado que nos teníamos que organizar para llegar a tantas obligaciones extras como teníamos para con nuestra pequeña. A estas obligaciones teníamos que sumarle los catarros típicos de la temporada en la que ya nos encontrábamos inmersos. Catarros que para Martina no son mas que eso, pero que para Andrea se traducen en bronquitis de forma continua.
En muy poco tiempo Martina le cogió confianza a aquello de la terapia ocupacional. En el sótano del hospital, junto a la consulta de rehabilitación, se encuentra una pequeña sala donde se pretende tratar o adiestrar al paciente con disfunciones, en este caso, físicas. Carmen, la terapeuta, es quien se encarga de despertar esas precisas habilidades a golpe de juguetes, trastos y enormes cantidades de paciencia.