Más de un mes pasó desde que operaron a Martina hasta que definitivamente le retiraron los vendajes. Hasta entonces, de forma periódica, acudíamos a la consulta de traumatología a realizar curas y a ver que tal evolucionaba.
Generalmente, y según nos aproximábamos al hospital, nuestra pequeña, harta ya de que le trastearan la mano, empezaba a ponerse muy nerviosa. El momento de las curas se convertía en un difícil trance…, no paraba de moverse, el llanto era constante y se aferraba a cualquiera como un pulpo a una roca.
Llegó el día de la última cura y supuso un gran alivio. Su mano aún presentaba una inflamación importante y suturas por distintos sitios. Este aspecto con el paso de los días fue mejorando y la mejora fue mucho mayor cuando le retiraron varios puntos que no caian.
Tras este episodio nos derivaron a la consulta de rehabilitación, donde tras su evaluación la remitieron a terapia ocupacional con la intención de que la terapeuta puliera y diera algo de brillo a esas posibilidades de las cuales carecía y de las que supuestamente le dotaron en la mesa de operaciones.
Antes de marcharnos, el médico rehabilitador le exploró detenidamente la espalda dado que la postura de la misma davertía de alguna anomalía. La posición de los hombros tampoco era la correcta, lo cual hacía sospechar que la malformación en miembros superiores no se había parado en los brazos.
La terapia ocupacional la empezó en aproximadamente dos meses, tiempo de espera prudencial para poder trabajar con su mano de forma relajada y no con la sospecha de ser una zona dolorida por la intervención. Ahora nos encontrábamos con una apretadísima agenda. Fisioterapia y vigilancia en atención temprana, terapia ocupacional en el hospital y la guardería de diario.
Nosotros en casa procurábamos hacer cuanto podíamos para despertar la funcionalidad de su mano. También a base de aceites y cremas intentábamos que las cicatrices se borraran lo más posible.
Evidentemente, en esta lucha sin cuartel no nos podíamos despistar de Andrea, pero en cierto modo ocurrió. Ella poco a poco se iba dando cuenta de que algo pasaba, pero tampoco le puedes explicar que no son atenciones extras y que todo responde a una necesidad. No tardaría en llegar el día en que se rebelara y empezara a dejar ver su enfado y ansiedad por tan distinto trato.
No tengo palabras. No las tengo para definir vuestra fuerza y vuestra lucha con la marea, la de veces que habréis tenido que buscar la luz en lo imposible. Os tengo siempre en mis pensamientos y en mis rezos. Aunque no os vea. Sé que vereis la recompensa, y que Martina y Andrea la disfrutarán.
Un abrazo
Mar, ante tal comentario tan solo se puede expresar gratitud…, no puedo decir más.
Un abrazo,
Juna Carlos, podríamos publicar tu testimonio en nuestra web?
http://www.aptoca.org
Un saludo y adelante