El cáncer de mama se caracteriza por un crecimiento acelerado e incontrolado de células malignas (cáncer) en el tejido mamario. Se distinguen dos tipos en función del lugar donde se localiza el inicio del carcinoma (cáncer localizado): en caso de que el origen se localice en los conductos mamarios, aquellos que llevan la leche hasta los pezones durante la lactancia, se denomina cáncer ductal; si el inicio se localiza en las glándulas mamarias, glándulas donde se produce la leche, se denomina carcinoma lobular.

El primer síntoma de un cáncer de mama es la aparición de un bulto (tumoración) en una mama. Este bulto o tumor suele caracterizarse por su dureza y por presentarse en una única mama, lo que lo distingue del resto de masas dispersas (hasta un 90% de los bultos en las mamas son causados por lesiones benignas). La paciente no siente dolor, síntoma que, igual a como sucede con las úlceras y lesiones cutáneas (‘piel de naranja’), podrá aparecer tanto en la mama como en los huesos en fases más avanzadas de la enfermedad. En caso de que la paciente no reciba tratamiento, el cáncer se puede extender a otros órganos (metástasis).

El carcinoma ductal se desarrolla a cualquier edad, mientras que el carcinoma lobular es mucho más común en las mujeres que aún no han llegado a la menopausia. En el 5-10% de los casos el cáncer de mama es causado por mutaciones genéticas heredadas. Los hombres también pueden padecer cáncer de mama, si bien la patología es prácticamente exclusiva de las mujeres: menos del 1% de los casos de cáncer de mama se producen en varones.

Este tipo de carcinoma es el más frecuente en la mujer y la primera causa de mortalidad por cáncer en la población femenina.