El glaucoma es un trastorno caracterizado por un incremento de la presión intraocular y la consecuente lesión del nervio óptico. El resultado es la pérdida de visión. Concretamente, la presión intraocular aumenta por la no expulsión del humor acuoso a través de los conductos de salida situados entre la córnea y el iris.
En caso de que el flujo del humor acuoso sea lento, lo que impide su correcto drenaje, el trastorno se denomina glaucoma de ángulo abierto. La presión se eleva gradualmente, por lo que la pérdida de visión, si bien progresiva, es lenta, pudiendo resultar en ceguera. Se corresponde con el tipo más frecuente de glaucoma, y suele desarrollarse en personas mayores de 35 años, principalmente diabéticas o miopes.
En caso de que los canales de salida estén bloqueados por el iris, el trastorno se denomina glaucoma de ángulo abierto. Se caracteriza por aumentos súbitos de la presión intraocular, lo que conlleva empeoramientos ligeros de la visión, dolor agudo intraocular y cefaleas. Los episodios son recurrentes, y la reducción del campo visual es progresivamente mayor.