Artritis reumatoide

La artritis reumatoide (AR) es una enfermedad crónica y autoinmune que afecta principalmente a las articulaciones. El sistema inmunitario, que normalmente protege al cuerpo de infecciones, ataca erróneamente el revestimiento de las articulaciones, conocido como sinovia. Este ataque causa inflamación, dolor y daño progresivo en las articulaciones afectadas.

La AR puede comenzar con síntomas leves, como dolor y rigidez en las articulaciones, especialmente en las manos y los pies. Sin embargo, con el tiempo, la inflamación puede llevar a la destrucción del cartílago y el hueso dentro de la articulación, lo que provoca deformidades y pérdida de función. Los síntomas suelen ser simétricos, afectando a ambas partes del cuerpo por igual.

Además de los problemas articulares, la artritis reumatoide puede causar síntomas sistémicos como fatiga, fiebre y pérdida de apetito. En algunos casos, la enfermedad también puede afectar otros órganos, como los pulmones, el corazón y los ojos, lo que la convierte en una condición multisistémica.

El diagnóstico de la artritis reumatoide se basa en una combinación de criterios clínicos, como la evaluación de los síntomas y la exploración física, junto con pruebas de laboratorio que pueden incluir la detección de anticuerpos específicos, como el factor reumatoide (FR) y los anticuerpos contra péptidos citrulinados cíclicos (anti-CCP). Las radiografías y otras pruebas de imagen también pueden ser útiles para evaluar el grado de daño articular.

El tratamiento de la artritis reumatoide tiene como objetivo reducir la inflamación, aliviar el dolor, prevenir el daño articular y mejorar la calidad de vida del paciente. Esto se logra mediante el uso de medicamentos antiinflamatorios no esteroideos (AINE), corticosteroides, y medicamentos antirreumáticos modificadores de la enfermedad (FARME), que pueden incluir tanto fármacos convencionales como biológicos.