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Pertenece y transforma la comunidad de pacientes

Especialistas españoles en medicina renal ayudan a sus homólogos kenianos en la creación de un centro de trasplantes renales

«En Kenia aparecen unas 6.000 personas de forma anual con problemas de insuficiencia renal y muchas de ellas terminan muriendo por ello sin saber qué es lo que les pasaba».  Este es el panorama con el que se encontró el doctor Federico Oppenheimer, jefe de la Unidad de Trasplante Renal del Hospital Clínic de Barcelona, al llegar a este país africano el pasado año como colaborador en el proyecto Interlife, ideado por la farmacéutica Novartis.El objetivo del proyecto era involucrar a varios especialistas españoles entre cirujanos, nefrólogos, anestesistas y enfermeras en la creación de un centro de excelencia de trasplantes renales en un país cuyo sistema sanitario no es el ideal. Y para ello se necesitaban no sólo infraestructuras, sino también organización y formación entre sus sanitarios.»Efectivamente en Kenia queda mucho por hacer y el sistema de trasplantes en especial no está bien desarrollado.

Lo que comprobamos es que muchas veces es más complicado arreglar lo que existe que empezar de cero», comenta Oppenheimer. El problema de un trasplante¿Y con qué se encontraron? Kenia no es un país novato en cuanto a trasplantes renales… pero hay algo que no funciona. Desde que se interviniera por primera vez de este problema a finales de los años 70, las operaciones renales sólo han sido esporádicas, con un escaso porcentaje de éxito y, sin embargo, muy elevados costes (millón y medio de chelines kenianos, lo que viene a ser unos 150.000 euros).

Así, para muchos era imposible someterse a un trasplante de estas características.»El Hospital Nacional de Kenia es el único hospital público que cuenta con un programa de trasplantes al que la mayoría de la población keniata puede acceder, a pesar de que muchos servicios son inasequibles», explican desde Novartis. Tanto, que «la única solución para muchos era marcharse a la India, pero si no tienen dinero ni para el viaje, ni para una operación en su país que ofrece más riesgos que certezas, terminaban muriendo sin atención», comenta el doctor Oppenheimer.¿Por qué tanto problema? «Hay que pensar que el sistema sanitario en Kenia es como el estadounidense pero a lo pobre», califica este especialista. Una explicación que agrava la crisis sanitaria keniata si tenemos en cuenta que, según el Banco Mundial, cerca del 40% de la población está por debajo del umbral de la pobreza.Ante la imposibilidad de acceder a una operación de garantías, la solución normal pasa por la diálisis, pero aquí también nos encontramos con dificultades.

«Este tratamiento sustitutivo renal es bastante penoso en Kenia», afirma Oppenheimer. «Allí esto es bastante limitado, las sesiones de hemodiálisis suelen ser insuficientes porque no tienen dinero para pagar más y las hacen cuando pueden, sin seguir un calendario, y hay más: someterse a este tipo de tratamientos puede llevar a perder el trabajo por el tiempo que tienes que estar con ello», comenta. Un dato importante si se tiene en cuenta que la insuficiencia renal crónica afecta en la región del África subsahariana a jóvenes varones de entre 20 a 50 años, los mismos que normalmente se encargan de mantener a toda su familia. Formación en España»En enero de 2009 realizamos la primera visita al Hospital Nacional de Kenia y vimos que, independientemente de los recursos con los que contaban, el problema más importante era la falta de organización y trabajo en equipo de los sanitarios», recuerda Oppenheimer.Así, la primera tarea que se impusieron era que vieran trabajar a un equipo de especialistas y para ello, nada mejor que llevarles hasta el Hospital Clinic junto con algunos pacientes. «Ellos tienen muy buenos profesionales, a ese nivel no había que prepararlos, pero sí en cuanto a cooperación entre especialistas. Aquí, en Barcelona, pronto se dieron cuenta de las ventajas de trabajar de esta forma y la pusieron en práctica».Tan pronto, que en marzo de ese año se operó al primer grupo de trasplantados. «Eran cuatro pacientes y les ayudamos durante la operación», comenta este especialista. Mientras, el trabajo para explicar operaciones más complicadas no terminó con la visita a Barcelona, pues por vía telemática se siguió con el entrenamiento y seguimiento a los trasplantados. «Recuerdo que pronto querían ponerse con cirugías más complicadas y tuvimos que frenarles. Las más sencillas las hacían ellos solos, pero cuando la cosa era más complicada los preparamos bien por videoconferencia y luego viajábamos allí para estar presentes», explica Oppenheimer.Tras casi dos años de puesta en marcha, Interlife ya cuenta con 60 trasplantes realizados, a los que hay que realizar un seguimiento. Ahora, el objetivo es continuar la labor mientras que se abarata o, por lo menos, se dan facilidades en los pagos gracias a los microcréditos.Pero por delante quedan muchos retos entre los que destaca una normativa legal para la donación: «Allí hay mucho joven que dona a sus mayores y sólo existe el donante en vivo, pero es necesario que se desarrolle un marco legal que regule todo esto y evitar el tráfico de órganos».Sin embargo, los sanitarios de Kenia no son los únicos que se llevan lecciones aprendidas en el bolsillo, para especialistas españoles como el doctor Oppenheimer lo que más les ha sorprendido es «que a la hora de trabajar con sus medios, mucho más modestos que los nuestros, te das cuenta que se puede conseguir el mismo objetivo sin tanto nuevo aparato, con lo que uno piensa si en realidad son tan imprescindibles tecnologías tan caras como las nuestras».