La Asociación Europea para el Estudio de la Obesidad (EASO, por sus siglas en inglés) ha asegurado que el sistema para diagnosticar y afrontar la obesidad ya no puede basarse exclusivamente en el índice de masa corporal (IMC), ya que «está excluyendo a muchas personas que se podrían beneficiarse del tratamiento contra la obesidad». Por ello, han elaborado un nuevo enfoque para el diagnóstico, el estadiaje y el tratamiento de la obesidad en adultos que han publicado en la revista ‘Nature Medicine’.
El enfoque propone actualizar el diagnóstico y el tratamiento de la obesidad para tener en cuenta todos los últimos avances en este campo, incluida la nueva generación de medicamentos para la obesidad. Y es que, a pesar del reconocimiento de la obesidad como una enfermedad multifactorial, crónica, recurrente y no transmisible, caracterizada por una acumulación anormal y/o excesiva de grasa corporal en muchas áreas, el diagnóstico no refleja el papel de la distribución y la función del tejido adiposo en la gravedad de la enfermedad.
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El Grupo Directivo de la EASO ha elaborado una serie de declaraciones sobre el diagnóstico, la estadificación y el tratamiento de la obesidad que harán que la gestión de la enfermedad esté en línea con los últimos conocimientos y desarrollos científicos. «Una novedad importante de nuestro marco de trabajo se refiere al componente antropométrico del diagnóstico. La base de este cambio es el reconocimiento de que el IMC por sí sólo es insuficiente como criterio diagnóstico, y que la distribución de la grasa corporal tiene un efecto sustancial sobre la salud. Más específicamente, la acumulación de grasa abdominal se asocia con un mayor riesgo de desarrollar complicaciones cardio metabólicas y es un determinante más sólido en el desarrollo de la enfermedad que el IMC, incluso en individuos con un nivel de IMC por debajo de los puntos de corte standard para el diagnóstico de obesidad (IMC de 30)», han destacado los expertos.
El nuevo enfoque deja claro que la acumulación de grasa abdominal (visceral) es un factor de riesgo importante para el deterioro de la salud, también en personas con un IMC menor y aún sin manifestaciones clínicas claras; el nuevo marco de trabajo incluye a las personas con un IMC más bajo (=25-30 kg/m2,) pero con una mayor acumulación de grasa abdominal y la presencia de cualquier deterioro médico, funcional o psicológico lo que complica la definición de obesidad, lo que aumenta el riesgo de no-tratamiento en este grupo particular de pacientes en comparación con la definición actual de obesidad basada en el IMC.
Los autores dejan claro que los pilares del tratamiento de las personas con obesidad en sus recomendaciones se adhieren sustancialmente a las directrices disponibles en la actualidad. Las modificaciones conductuales, incluida la terapia nutricional, la actividad física, la reducción del estrés y la mejora del sueño, son los pilares del tratamiento de la obesidad, con la posibilidad de incluir terapia psicológica, medicamentos para la obesidad y procedimientos bariátricos (quirúrgicos y endoscópicos) o metabólicos. Sin embargo, para estas dos últimas opciones, el comité directivo debatió sobre el hecho de que las guías actuales se basan en la evidencia clínica derivada de ensayos clínicos, en los que los criterios de inclusión se basan mayoritariamente en valores de corte antropométricos más que en una evaluación clínica completa.
Uso de medicamentos para la obesidad
En la práctica actual, la aplicación estricta de estos criterios basados en la evidencia excluye el uso de medicamentos para la obesidad o procedimientos metabólicos/bariátricos en pacientes con una evidencia sustancial de padecer obesidad pero con valores bajos de IMC. Por lo tanto, los miembros del comité directivo proponen que, en particular, se considere el uso de medicamentos para la obesidad en pacientes con un IMC de 25 kg/m2 o superior, una relación cintura-talla superior a 0,5 y la presencia de deficiencias o complicaciones médicas, funcionales o psicológicas, independientemente de los valores de corte actuales del IMC.
«Esta declaración también puede ser una llamada a las compañías farmacéuticas y a las autoridades competentes para su regulación para que utilicen criterios de inclusión que se adhieran más a las etapas clínicas de la obesidad y menos a los límites tradicionales del IMC a la hora de diseñar futuros ensayos clínicos con medicamentos para la obesidad», ha señalado los autores.
Además, consideran que esta declaración colocará el manejo de la obesidad al nivel de otras enfermedades crónicas no transmisibles, en las que el objetivo no está en los resultados intermedios a corto plazo, sino en beneficios para la salud a largo plazo.
«La definición de objetivos terapéuticos personalizados a largo plazo debe ser explicada a los pacientes desde el inicio del tratamiento, teniendo en cuenta el estadio y la gravedad de la enfermedad, las opciones terapéuticas disponibles y los posibles efectos secundarios y riesgos concomitantes, las preferencias de los pacientes, los impulsores individuales de la obesidad y los posibles impedimentos para el tratamiento. Énfasis en la necesidad de un tratamiento integral a largo plazo o de por vida en lugar de una reducción de peso corporal a corto plazo», finalizan.