La incidencia de demencia en los países en vías de desarrollo podría ser similar a la que presentan los países occidentales. Así lo confirma un estudio, el mayor sobre la tasa de demencia realizado hasta la fecha, publicado en la revista The Lancet, que concluye que «las estimaciones convencionales sobre la incidencia de demencia en los países de ingresos medios y bajos son demasiado optimistas«.

En palabras del Dr. Martin Prince, del King’s College de Londres (Reino Unido) y autor principal de la investigación, «la alta incidencia de demencia en los países menos desarrollados nos recuerda que estamos frente a una epidemia mundial«.

La educación como prevención

Los resultados del estudio, obtenidos a partir de un algoritmo de validación transcultural –más sensible a los casos leves y moderados–, también muestran por primera vez que en los países en vías de desarrollo, tal y como sucede en las naciones más solventes, la educación ofrece una protección sustancial contra la demencia.

Como apunta el Dr. Prince, «los resultados avalan la hipótesis de la reserva cognitiva, según la cual un mejor desarrollo del cerebro puede mitigar los efectos posteriores de la neurodegeneración; así, nuestros hallazgos sugieren que las influencias tempranas, la educación, así como aprender a leer y escribir, pueden ser particularmente importantes para la reducción del riesgo de demencia en la vejez».

Contrarrestar la neurodegeneración

Para llevar a cabo el estudio, y con objeto de comparar la incidencia de  demencia y determinar si factores como la educación y la alfabetización protegen contra el desarrollo de esta enfermedad, los investigadores emplearon el denominado ‘algoritmo 10/66 para el diagnóstico de demencia’ en 12.800 personas mayores de 65 años de edad de nueve zonas urbanas y rurales de Cuba, República Dominicana, Venezuela, Perú, México y China.

De acuerdo con las conclusiones, «los efectos protectores de la educación parecen extenderse a los ámbitos donde muchas personas mayores tienen poca o ninguna educación formal, y la alfabetización aporta un beneficio adicional independiente. Estos hallazgos apoyan la idea de que la reserva cognitiva puede contrarrestar los efectos de la neurodegeneración en la vejez».

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