La donación renal de vivo creció en 2011 un 30% y alcanzó máximos históricos, con un total de 312 trasplantes. A pesar de este importante crecimiento, el 87,5% de los órganos sigue procediendo de donante fallecido.
Este incremento se debe, por un lado, al empleo de técnicas mínimamente invasivas, como la laparoscopia, cuyo uso ha contribuido a reducir las complicaciones asociadas a esta intervención y el tiempo de ingreso hospitalario del donante. Pero, como explica el Dr. Enrique Lledó, coordinador del Grupo de Trasplantes de la Asociación Española de Urología (AEU), «su impulso y desarrollo responde además al interés de la Organización Nacional de Trasplantes y de todos los profesionales implicados, desde los nefrólogos y urólogos hasta los propios coordinadores de trasplantes de los hospitales, a la hora de captar donantes y dar información a la pareja donante-receptor”.
Lledó participa en el II Curso de los Grupos de Trabajo de la AEU, que desde el pasado martes se celebra en Madrid y en la que se han dado cita 400 urólogos para actualizar sus habilidades quirúrgicas.
Trasplante cruzado
“Afortunadamente, en los últimos años –señala el presidente de la AEU, Humberto Villavicencio– ha disminuido significativamente el número de fallecidos por accidente de tráfico y con ello el porcentaje de donantes cadáver. Esto plantea un nuevo reto, ya que el 65% de los donantes fallecidos superan los 60 años de edad, y en su mayoría presentan problemas cardiovasculares en el momento de su muerte, lo que obliga a desarrollar nuevas técnicas que nos permitan obtener las máximas garantías en la función del órgano trasplantado”.
Otra modalidad actualmente en desarrollo es el trasplante renal cruzado como alternativa entre parejas-receptores que no son compatibles. “En estos casos la intervención de la ONT ha sido determinante a la hora de definir normas a partir de las cuales determinados hospitales, que tienen un número mínimo de trasplantes de donantes de vivo, puedan entrar a formar parte del programa”, destaca el Dr. Lledó.
Este tipo de trasplantes permite que un paciente que necesita un riñón y cuenta con un donante incompatible pueda intercambiarse los órganos con otra pareja en las mismas circunstancias. La peculiaridad que tiene es que se realiza entre un donante y un receptor que no se conocen, y es fruto de un intercambio entre los donantes respectivos de dos o más «parejas» –hermanos, padre-hijo, cónyuges, etc.– que son incompatibles. Aunque también existen casos en los que el donante es un amigo del paciente.
“Por otra parte –aclara el Dr. Lledó–, el trasplante dominó precisa de un donante inicial, al que popularmente se le conoce como ‘donante altruista’, a partir del cual se inicia la donación en cadena”.
En parada cardiaca
La disminución del número de fallecidos por accidentes de tráfico ha impulsado la donación en parada cardiaca, en la que la causa de muerte no es por traumatismo craneoencefálico sino por parada cardiaca. El proceso de donación a corazón parado requiere de una gran infraestructura y es mucho más complejo que la donación de vivo o en cadena.
Esta complejidad radica en la óptima preservación del órgano. Hasta la década de los noventa, la técnica de preservación consistía en mantener artificialmente el órgano en las mejores condiciones posibles para efectuar el trasplante. En la actualidad, gracias a la perfusión renal hipotérmica, se mantiene, por un lado, el órgano frío, y, por otro, las arterias y venas del órgano expandidas. De forma que, una vez trasplantado, el riñón recupera antes su funcionalidad.
– Máximos históricos: Según los datos de la ONT, la generosidad de los ciudadanos permitió alcanzar en 2011 máximos históricos en donación renal de vivo y en trasplante de riñón, de hígado y de páncreas. En total se realizaron 2.494 trasplantes renales, 1.137 hepáticos, 237 cardíacos, 230 pulmonares, 111 de páncreas y 9 de intestino.
– En Somos Pacientes hay registradas 24 asociaciones de trastornos del riñón y de las vías urinarias. ¿Y la tuya?