La instalación de desfibriladores en lugares «visibles y accesibles«, a semejanza de lo sucede con los extintores, podría suponer que cada año se salvaran en nuestro país 4.500 vidas a las que se les podría practicar con éxito una reanimación cardiopulmonar (RCP). Así lo ha asegurado Rubén Campo, director del Proyecto Salvavidas de la Sociedad Española de Medicina y Seguridad del Trabajo (SEMST), quien critica que «la falta de control de estos dispositivos hace que en ocasiones estén deteriorados, presenten parches o baterías caducadas o estén encerrados en un armario, donde no sirven de mucho«.
Como recuerda Campo, «cada minuto que pasa después de una muerte súbita, las posibilidades de supervivencia se reducen en un 10%. Y a partir del séptimo, la supervivencia muy probablemente irá asociada a secuelas derivadas de la falta de riego sanguíneo».
Espacios cardioprotegidos
En España fallecen cada año por muerte súbita fuera del ámbito hospitalario más de 30.000 personas. Y más de la mitad de los casos ocurren en presencia de otras personas, por lo que podrían llegar a evitarse con el uso de un desfibrilador.
Por ello, desde el Proyecto Salvavidas reclaman que los desfibriladores formen parte de la prevención en riesgos. Sin embargo, como denuncia Campo, «los pocos equipos instalados en España no están cumpliendo las normativas que la SEMST requiere para certificar los espacios cardioprotegidos. Decir que hay que instalar desfibriladores puede ser un error, realmente hay que crear espacios cardioprotegidos«.
En este contexto debe tenerse en cuenta el pobre desarrollo de la cardioprotección en España. Y no tanto por el número de equipos instalados, sino por el desconocimiento de la población de las técnicas de reanimación cardiopulmonar. «Solo un 7% de los españoles sabe cómo realizar esta técnica, que en otros países se enseña y aprende en las propias escuelas«, concluye el máximo responsable del Proyecto Salvavidas.