Aunque está a punto de cumplir los 50, el ingeniero español Pedro Duque sigue superando con nota las pruebas médicas y psicológicas que le capacitan como astronauta en activo. Por eso, mantiene el sueño de volver algún día al espacio. En esta entrevista nos habla de la importancia de la investigación espacial en áreas como la Medicina o la tecnología. Precisamente, él ha realizado numerosos experimentos médicos, biológicos y fisiológicos en sus viajes al espacio.
Son las dos de la tarde en los jardines de las instalaciones que la Agencia Espacial Europea tiene en Villanueva de la Cañada, a 25 kilómetros de Madrid. Duque soporta con estoicismo y una leve sonrisa una interminable sesión de fotos. Está a punto de cumplir la cincuentena, pero su aspecto físico apenas difiere del que tenía en aquellas primeras fotos con ropa de astronauta que lo hicieron popular a finales de los años 90: delgado, fibroso y con un cabello oscuro e inalterable en el que empiezan a asomar algunas canas. Como buen ingeniero, responde muy metódico a las preguntas. No le gusta hablar a la ligera y no se deja llevar por las emociones.
– ¿Cómo ve el presente y el futuro de la medicina aeroespacial?
– La medicina aeroespacial tiene varias áreas. Una de ellas consiste en estudiar qué le pasa a la gente cuando vuela al espacio, lo cual es importante para poder continuar con la exploración del universo. Otra área engloba todos aquellos experimentos médicos que, si se desarrollan en el espacio, generan conocimientos que no se hubieran podido obtener de otro modo. Existe toda una serie de experimentos que permiten conocer mejor el cuerpo y la mente gracias a condiciones como, por ejemplo, la ingravidez. Las variaciones en la fuerza de gravedad afectan mucho al funcionamiento del aparato circulatorio, al respiratorio, a los huesos, a los músculos y al sentido del equilibrio. Poder hacer experimentos en el laboratorio de ingravidez permite avances en todas esas áreas. Ahora mismo hay un experimento en la Estación Espacial Internacional en el que los astronautas están probando una medicina preventiva contra la osteoporosis. En tierra tendrían que esperar muchos años a que apareciera la osteoporosis, mientras que en el espacio sobreviene de forma bastante rápida. Por lo tanto, esos experimentos en el espacio hacen que la Medicina avance mucho más rápido.
– En sus dos misiones al espacio, ¿ha llevado a cabo algún tipo de experimento científico relacionado con la Medicina?
– Sí, en mis dos viajes tuve que hacer muchos experimentos médicos. Son pruebas que se suelen hacer siempre que alguien viaja al espacio. Cuantas más personas hagan los experimentos, mejor, porque eso permite extraer conclusiones fehacientes. Algunas publicaciones científicas han editado estudios sobre el comportamiento de las células óseas en condiciones de ingravidez a partir de experimentos que yo he realizado.
– ¿Cree que es adecuado e interesante invertir en investigación espacial en estos tiempos de crisis?
– En buena lógica, debería ser más interesante aún en tiempos de crisis, porque en el momento en que se da uno cuenta de que lo que está vendiendo ya no lo compra tanta gente es cuando hay que tener algo nuevo en la recámara para vender. Es en estos momentos en los que hay que poner el énfasis en todo aquello que permita a la sociedad avanzar en una dirección distinta a la que ha llevado a la crisis. Y eso implica a la investigación científica-tecnológica y a la innovación: es decir, a los nuevos inventos y las nuevas ideas. Cuando llega una crisis, lo último que los Estados tratan de recortar son los presupuestos en ciencia e innovación, porque es justamente eso lo que les puede hacer salir de esa situación.
– ¿Existe realmente el turismo espacial o es una entelequia? ¿Podría ser una actividad económica viable en el futuro?
– Se han hecho unos siete u ocho vuelos espaciales muy singulares con unos gastos muy grandes de ciertos millonarios que han viajado a la Estación Espacial Internacional, como he ido yo, solo que no han ido a trabajar. Existe una industria que intentará llevar más gente al espacio con un gasto mucho menor, aunque durante mucho menos tiempo. Ya veremos cómo se hará. Este turismo espacial sí está desarrollado y podría empezar a programar vuelos a finales de este año o principios del que viene. El nivel económico de estos turistas seguirá teniendo que ser alto, pero los viajes serán asequibles para miles de personas en el mundo y los viajeros no necesitarán preparación especial.
– Se dice que ya ha nacido el astronauta que viajará a Marte…
– Eso se decía ya hace 30 años y hoy nadie que tenga 30 años piensa que podrá viajar a Marte. No es tanto un problema de tiempos, sino de los recursos que podemos dedicar a ello. Si ponemos a 12 personas a trabajar en un vuelo a Marte, probablemente tardarían 2.000 años en hacerlo realidad, pero si son 450.000 y dan todo de sí durante siete años, como ocurrió con el Programa Apolo, se tardaría muchísimo menos. Es una cuestión de tomar la decisión y poner en marcha los recursos necesarios. Todas las claves tecnológicas las tenemos. El camino no será una línea recta sino que atravesaremos dificultades que no pensábamos encontrar y para resolverlas hará falta el trabajo de un montón de gente. Un montón de gente es un montón de dinero, porque todos esos ingenieros necesitan dar de comer a sus hijos.
– Los viajes que se hicieron a la Luna entrañaban unos riesgos elevados, desde luego, máxime si tenemos en cuenta que contaron con unos tiempos cortísimos de desarrollo y con unos conocimientos tecnológicos muchísimo más atrasados que los que tenemos ahora. Pero nos ponemos la meta de ir a la Luna o a Marte, como decía Kennedy, porque es una empresa difícil. Las personas que se embarquen en una aventura como ésta se encontrarán problemas que tendrán que superar y, después de haberlos superado, serán capaces de afrontar cualquier cosa en la Tierra mucho más fácilmente. Cuando pones a trabajar a la gente con ilusión y a contrarreloj, inventan unas cosas que no inventarían en su trabajo normal. Para poder llevar cohetes a la Luna se inventaron los ordenadores pequeños; para fabricar cohetes que pesaran poco, se inventaron nuevas maneras de procesar aluminio que ahora están en todos los coches; para poder hacer fotos de Júpiter, se inventaron las cámaras digitales. Así que mereció la pena. Las 450.000 personas que trabajaron en el Programa Apolo luego fueron a la industria y ‘arrasaron’ porque sabían hacer lo que hiciera falta.
– Como ingeniero aeronáutico, usted ha trabajado muy duro en la investigación aeroespacial durante años. Sin embargo, la gente le recuerda por sus dos viajes al espacio, en 1996 y en 2003. ¿No le parece injusto?
– No, yo creo que la gente sí que aprecia el hecho de que para llegar a hacer un viaje espacial hay que trabajárselo. No te ven como alguien al que le ha tocado la lotería, sino como alguien que ha hecho ‘alguna cosa’.
– ¿En qué trabaja ahora mismo Pedro Duque? ¿Podría volver a viajar al espacio en el futuro?
– Ahora mismo estoy trabajando en el centro de control de la Estación Espacial Internacional, asegurándome de que las operaciones funcionen correctamente. Estoy en tierra, pero sigo siendo astronauta. Todos los años tengo que pasar unas pruebas médicas y un comité internacional decide los nombres de los astronautas en activo y el mío continúa en la lista. Hay astronautas europeos que vuelan a la Estación Espacial Internacional y podría volver a tocarme a mí, aunque los turnos son muy largos, así que no sé cuándo volveré a hacer algo de eso.
– ¿Se añora más la Tierra cuando se está en el espacio o se añora más volver al espacio cuando se está en tierra?
– Cuando estás en el espacio, echas de menos a las personas. Sobre todo si hablamos de estancias largas, como las de aquellos astronautas que viajan durante seis meses. En tanto tiempo es normal echar de menos cosas de la Tierra. A mucha gente le pasa. Es como cuando te vas de vacaciones a un sitio durante tres semanas y, cuando llevas dos, ya quieres volver. En el espacio, ese punto suele estar en dos o tres meses. Yo solo estuve 10 días en cada viaje y me hubiera querido quedar durante mucho más tiempo. ¿En tierra se añora el espacio? Cada uno tiene cosas que le gusta hacer y que le salen bien y, en ese sentido, sí me gustaría volver al espacio y demostrarme a mí mismo que sigo todas las instrucciones de forma correcta y resuelvo los problemas que se presenten. Me gusta más que estar en la oficina.
– ¿Qué experimentó cuando vio por primera vez la Tierra desde el espacio?
– No te lo puedes quitar nunca de la cabeza, aunque yo solo he llegado a alejarme 550 kilómetros de la tierra, que es una distancia muy humilde. Experimentas la ingravidez y aprecias que el espacio es algo distinto que la Tierra, pero no ves el globo completo.
– ¿Es cierto que le sube más la adrenalina cuando monta con sus hijos en una atracción de feria que cuando viaja en un transbordador espacial?
– Me preocupa un poco más, porque es un aparato que no conozco y no sabría cómo actuar sobre él ante cualquier problema que ocurriera. Me resulta más preocupante que cuando conozco bien los aparatos y los manejo. Es algo parecido a las personas que no soportan viajar en el asiento de copiloto y necesitan estar al mando.
Astronauta a los 50
Casado y con tres hijos, Pedro Duque ha trabajado los últimos cinco años en la empresa privada, aunque recientemente ha vuelto a la Agencia Espacial Europea, en concreto al Centro de Control de Operaciones de la Estación Espacial Internacional, en Darmstadt (Alemania), el mismo lugar donde comenzó su larga aventura espacial en 1986.
Duque ha viajado al espacio en dos ocasiones. La primera fue el 29 de octubre de 1998. Este vuelo espacial de nueve días tenía como objetivo la investigación sobre la falta de gravedad y el estudio del Sol. El segundo viaje, en octubre de 2003, supuso una estancia de 10 días en la Estación Espacial Internacional. En aquella misión, denominada ‘Cervantes’, el astronauta español llevó a cabo un extenso programa experimental en áreas como la Biología, la Fisiología, la Medicina, la Física y las nuevas tecnologías, entre otras.
A sus 50 años, mantiene viva la ilusión de volver al espacio. No sería algo tan raro, si tenemos en cuenta que John Glenn realizó su segundo vuelo espacial a la edad de 77.
- Entrevista realizada por Ignacio Santa María (fotografía: Jorge Villa) y publicada en el nº25 de la revista ‘Pacientes’, de diciembre de 2012.