Valentín Fuster, compagina sus cargos de director del Instituto Cardiovascular del hospital Mount Sinai de Nueva York y director médico de esta emblemática institución con la dirección del Centro Nacional de Investigaciones Cardiovasculares en Madrid.
Premio Príncipe de Asturias de Investigación en 1996, el doctor Fuster, que atesora los galardones de mayor prestigio que otorga la cardiología a nivel mundial, acaba de publicar ‘El círculo de la motivación‘, un libro en el que insiste en que estos tiempos difíciles albergan una oportunidad de renovación y mejora.Motivación
“La motivación de los individuos es el motor de un cambio que tiene que producirse”, afirma Fuster que a continuación se pregunta: “Pero, ¿cómo estar motivados en un mundo donde existe tanto hastío y tanta desesperanza?”. Para, sin solución de continuidad, responder: “La buena disposición de ánimo, indudablemente, tiene un componente genético, y también puede inculcarse durante la infancia. Pero no sólo. La motivación puede, además, desarrollarse con los años, sirviéndose de la observación y de la experiencia. ¿Y de qué experiencia? ¿De los momentos más felices, tal vez? No, todo lo contrario: de los golpes bajos, que son la mejor escuela”.
Ante estos, los golpes bajos, caben dos caminos, puntualiza: “el que lleva al rencor y la amargura, algo que terminará dañando a uno mismo y a los demás, o el que lleva a la superación mediante la empatía y la ayuda de los unos a los otros». «El resentido busca humillar y herir a sus semejantes; en cambio, una actitud positiva tiene unos fabulosos efectos benéficos para uno mismo y para los demás”, dice.
A lo largo de la presente entrevista el Dr. Fuster se refiere, entre otras cuestiones, a la salud y su pérdida, insistiendo en el valor decisivo de una actitud positiva que “es clave para ver las oportunidades que nos ofrece la vida». «La motivación es el motor de la vida. Sirve para reorientar el rumbo y lograr nuestros objetivos. ¡Hay que cambiar pesimismo por optimismo!” dice quien, desde su amplia experiencia, asegura que “la enfermedad humaniza e iguala a los seres humanos”.
¿En qué sentido?
Al entrar en la enfermedad todos somos iguales. El ser humano se humaniza y la inmensa mayoría de las diferencias desaparecen. La enfermedad es un disfraz que uniforma y humaniza. He tenido pacientes de mucha relevancia pública, política y económica que ante la enfermedad se mostraban mucho menos firmes que personas anónimas y muy humildes. Podría decirse que ante la falta de salud pobres y ricos se aproximan, hasta llegar a ser casi iguales.
Afirma usted que la salud completa no existe…
Efectivamente. Salud es un término muy relativo. Como he dicho en otras ocasiones, al referirnos a la salud hablamos de algo que en realidad no existe o existe con muchos matices pues todos tenemos alguna, o muchas, deficiencias. Alguien definió a la persona sana como un paciente no explorado. La realidad es que el que no tiene la tensión o el colesterol altos, presenta anemia o cualquier otra cosa. Por decirlo de una forma categórica, todo el mundo tiene un grado de ‘no salud’. Por ello, es preciso que cada uno de nosotros aceptemos nuestros condicionantes. Creo que los médicos debemos potenciar las capacidades y las suficiencias del paciente y relativizar sus problemas.
Aboga usted por la búsqueda de la salud integral y por la reflexión…
La búsqueda de la salud integral es esencial. Para ello es importante tener en cuenta tres cuestiones: la relajación, el ejercicio físico y la reflexión. La relajación es importante pues a menudo la ansiedad y el estrés están en el origen de muchos problemas de salud. Por lo que respecta al ejercicio físico y a la alimentación sana, y tenemos la suerte de pertenecer al país cuna de la dieta mediterránea, nunca me cansaré de repetir que son factores esenciales. En cuanto a la reflexión considero que los 15 minutos que le dedico cada mañana son los más importantes del día. Hay que pensar, establecer prioridades, asumir cual es la realidad y actuar en consecuencia. Desde el punto de vista del paciente creo que es un tema vital. Es muy positivo dedicar unos minutos diarios a reflexionar antes de pasar a la acción. Como he dicho, lejos de ser una pérdida de tiempo, son los minutos mejor invertidos de nuestro día. Ya lo decía Publio Sirio: “El tiempo de reflexión es una economía de tiempo”.
Y la necesidad de comunicar, porque la comunicación es otro de sus caballos de batalla. ¿Es así?
Creo en la comunicación. Una de las primeras recomendaciones que les hago a mis pacientes es que comuniquen. Que lo hagan con las personas próximas y con las que han pasado o están pasando por su mismo problema. Para reconocer y asumir su problema hay que abrirse, hablar y escuchar. Además de saber que no está sólo ni es el único que lo está pasando, aprende a afrontar mejor las circunstancias y el problema. Cuando el diagnóstico es pesimista cobra más interés si cabe demostrar comunicación sincera y afecto. De esta forma el paciente se siente atendido y acompañado.
Habla usted de la frustración como un elemento devastador, ¿por qué?
Como he escrito en ‘El círculo de la motivación’, algunas personas viven en la insatisfacción o la queja permanente. Otras, hartas de fiascos y sinsabores, deciden tomar las riendas de sus vidas para mejorarlas. Encuentran la energía y el valor que les permiten sobreponerse a los contratiempos vitales y motivarse. Una desgracia o una fase de incertidumbre les proporcionan el empujón necesario para dar un paso adelante. La frustración es la culminación de una pasividad interior o una respuesta emocional a los obstáculos que nos impiden avanzar. Pasar de la resignación a la acción requiere grandes dosis de coraje, honestidad y energía. Se trata, además, de un viaje muy personal, dado que es el propio individuo frustrado el único que puede decidir cómo y cuándo va a cambiar su actitud y su estado de ánimo, además de qué cambios va a adoptar para lograr el objetivo que se ha propuesto.
¿Qué dice de la salud del país el electrocardiograma de España?
En primer lugar habría que decir que estamos ante un electrocardiograma inestable pero no definitivo. Es verdad que el día a día actual te avasalla, pero la situación tiene tratamiento y pueden solucionarse los problemas. Para ello es absolutamente necesaria una actitud positiva. Soy optimista a medio y, por supuesto, a largo plazo.
¿Cómo cree que pueden incidir los recortes económicos en el ámbito de la salud?
Es lógica la preocupación que se detecta por todas partes. Estamos ante una situación no deseada ni deseable. Seguramente algunos de los recortes no admiten discusión pero otros, sí. Hay que dar solución a los problemas y, desde luego, no dar pasos irreversibles. En ese sentido hay que apelar al sentido común y exigir que los políticos actúen en consecuencia. A menudo me han preguntado si considero que la crisis económica incide negativamente en la salud. Creo que sí pues es un motor de intranquilidad, ansiedad y estrés. Las enfermedades, por ejemplo las coronarias, tienen un gran componente psicológico y, en consecuencia, la incertidumbre que provoca la crisis puede alterarnos.
Por último, ¿qué importancia tiene la innovación en un mundo en crisis?
Me atrevería a decir que esa pregunta sólo puede tener una respuesta en el sentido de que es precisamente en las épocas más difíciles cuando más hay que incentivar la investigación y la innovación. No fomentar la investigación y la innovación es, a medio y a largo plazo, quedarse atrás.
(Y el Dr. Valentín Fuster concluye como empezó, incidiendo en la necesidad de tener una actitud positiva porque “cuando la meta que nos hemos fijado es realista, casi con toda probabilidad estaremos más cerca de alcanzar nuestros objetivos, sobre todo si dejamos a nuestra espalda las actitudes negativas, las lamentaciones y la pasividad; constatar que nuestro esfuerzo ha valido la pena y ver alguno de nuestros deseos cumplidos produce satisfacción, refuerza nuestra confianza y nos da energía”).