En España convivían en 2020 un total de 4,38 millones de personas con algún tipo de discapacidad. Y de las mismas, 1,1 millones, o lo que es lo mismo, el 26,1% del colectivo con edades superiores a los cinco años, vivían solas. Así lo muestran los datos de la Encuesta sobre Discapacidad, Autonomía personal y situaciones de Dependencia (EDAD-Hogares 2020), en la que se observa un incremento desmesurado respecto a los publicados en 2008.

Como alerta el Observatorio Estatal de la Discapacidad (OED), “el incremento respecto a la encuesta anterior, realizada en 2008, ha sido dramático, pues entonces la cifra de personas con discapacidad que vivían solas era ligeramente superior a 600.000, y el porcentaje que suponían sobre el total era 10 puntos inferior”.

Con bastante frecuencia, las personas con discapacidad experimentan situaciones de aislamiento y soledad no deseada, definida esta última como la percepción que tiene una persona de que las relaciones interpersonales que mantiene son insuficientes o no tienen la calidad o intensidad que desearía.

En consecuencia, y a diferencia de la soledad que a veces busca cualquier persona para tener momentos de intimidad personal, reflexión, desconexión o disfrute en solitario, tras los cuales vuelve a disfrutar de la compañía de otras personas, la soledad no deseada es una situación que no se escoge y que perdura en el tiempo. Una situación preocupante dado que, recuerda el OED, “mientras que la soledad buscada procura paz y tranquilidad, la soledad no deseada puede afectar de forma importante al bienestar emocional y al estado de salud”.

Sobre todo mujeres

En este contexto, los datos revelan que la proporción de personas con discapacidad que viven solas aumenta con la edad, observándose una proporción mayor en los varones de edades intermedias (17-67 años). Sin embargo, el porcentaje global es mayor en el caso de las mujeres –el 30,4% de las mujeres con discapacidad, por un 20,0% de los varones, vive en soledad.

Los grupos de discapacidad en los que se registra un mayor porcentaje de personas que viven solas son los de visión, audición y movilidad, mientras que los menores porcentajes se dan en las discapacidades para el aprendizaje, aplicación de conocimientos y desarrollo de tareas, para las interacciones y relaciones personales y para la comunicación.

Finalmente, y entre otros datos, el documento refleja que las personas con discapacidad que viven solas no solo tienen menor contacto con sus familiares y entorno que aquellas que viven acompañadas, sino que este contacto es valorado con mayor frecuencia –14,3% frente a 10,3% de los casos– como ‘insuficiente’.

Para consultar el informe ‘Soledad y personas con discapacidad: algunos datos’ de la OED pincha aquí.

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