La enfermedad cardiovascular es un término amplio que se utiliza para hacer referencia a las distintas dolencias y problemas relacionados con el corazón y los vasos sanguíneos. Estos problemas, a menudo, se deben a la hipertensión arterial y a la aterosclerosis y constituyen la primera causa de muerte en España. En 2016 suponían el 29,2% del total de fallecimientos, aunque es un porcentaje que se reduce ligeramente año tras año (eran el 32% en 2002).

Este miércoles se celebra el Día Europeo de la Prevención del Riesgo Cardiovascular con el fin de concienciar a la población de la importancia de los estilos de vida en la prevención y control de estas enfermedades. De hecho, su abordaje sanitario se sustenta en tres pilares fundamentales: las mencionadas medidas preventivas, los tratamientos médico-quirúrgicos y los medicamentos. En este último campo, hay dos grandes grupos de fármacos: los anticoagulantes y los antiagregantes plaquetarios. La investigación y el desarrollo de nuevos tratamientos farmacológicos pasan, principalmente, por la utilización de anticuerpos monoclonales e inhibidores enzimáticos, la incorporación de terapias génicas y el uso de células madre.

Esta información sobre la enfermedad y su tratamiento, junto con el enfoque de la investigación para el hallazgo de nuevas alternativas terapéuticas, se recogen en El valor del medicamento en la enfermedad cardiovascular, la nueva publicación divulgativa con formato parallax scrolling publicada por Farmaindustria en su página web, dentro de la serie El valor del medicamento, que también incluye El valor de las vacunas, El valor del medicamento en cáncer y El valor del medicamento en diabetes.

Entre las principales enfermedades y accidentes cardiovasculares se encuentran el infarto de miocardio, la angina de pecho (estable o inestable), la muerte súbita, las insuficiencias cardíacas, las miocardiopatías, las valvulopatías, la endocarditis infecciosa, las arritmias y otras menos prevalentes como las cardiopatías congénitas, la amiloidosis o la enfermedad de Kawasaki.

Menos mortalidad

Los medicamentos han logrado grandes avances en el tratamiento de las enfermedades cardiovasculares en las últimas décadas. Es el caso de la insuficiencia cardíaca, por ejemplo. En 1987, el uso de las terapias con IECA redujo la mortalidad de los pacientes frente a placebo en un 17%. Ahora, gracias al uso y combinación de tratamientos innovadores, la reducción de mortalidad frente a placebo es del 63%. Es decir, mientras hace tres décadas apenas sobrevivían dos de cada diez pacientes, en la actualidad lo hacen seis de cada diez.

El valor de los fármacos innovadores se refleja principalmente en resultados en salud, pero no solo. Distintos estudios científicos señalan también grandes impactos en ahorro y eficiencia en los costes sanitarios directos de gestión de la enfermedad. Así, la publicación de Lichtenberg en 2009 Have newer cardiovascular drugs reduced hospitalization? concluye que los nuevos medicamentos cardiovasculares reducen en países de la OCDE el gasto sanitario per cápita en un 23%. Según este artículo, son medicamentos más caros que los preexistentes (34% más per cápita) pero reducen el gasto por ingresos hospitalarios un 41%, por lo que su uso refleja un saldo netamente positivo.

Los factores de riesgo que se asocian a una mayor probabilidad de sufrir una enfermedad cardiovascular son la hipercolesterolemia, la hipertensión, la diabetes, el tabaquismo, el sedentarismo, una dieta inadecuada, la obesidad, el estrés y la ansiedad, el consumo de drogas, los antecedentes familiares y el uso de anticonceptivos orales. La Fundación Española del Corazón ofrece una serie de recomendaciones para reducir el riesgo de padecer estas dolencias o mejorar la calidad de vida si ya se ha sufrido una. Entre ellas destaca la conveniencia de mantener una alimentación cardiosaludable (frutas, verduras, hortalizas, pescado, aceite de oliva, carnes magras, etc.) combinada con la práctica sostenida de ejercicio físico (al menos media hora diaria). Además, no fumar, controlar el peso y los niveles de colesterol y glucosa, vigilar la grasa acumulada en el abdomen y la tensión arterial, y controlar el estrés y la ansiedad.

Cuando las medidas preventivas no son suficientes y el paciente ya sufre una enfermedad cardiovascular, la medicina ofrece tratamientos médico-quirúrgicos y farmacológicos para intentar corregir el daño causado al enfermo por la dolencia sufrida. Entre los primeros destacan el uso de desfibrilador; la implantación de marcapasos, stents coronarios, prótesis valvulares o balones intraaórticos; la realización de trasplantes; la cirugía de revascularización, o la ablación por radiofrecuencia.

Anticoagulantes y antiagregantes

En el ámbito de los tratamientos farmacológicos, una mayoría de ellos actúa sobre el proceso de coagulación, tal y como se refleja en el documento elaborado por Farmaindustria. Como consecuencia de determinadas patologías o situaciones de riesgo, se pueden producir coágulos en el interior de las arterias, en las venas o en las cavidades cardiacas que, en el caso de que lleguen a dificultar u obstruir la circulación sanguínea en el órgano interesado, ocasionan su lesión. En estos casos, el uso de fármacos anticoagulantes o antiagregantes plaquetarios es fundamental para evitarlo.

Los anticoagulantes impiden la coagulación de la sangre y, en el caso de que ya se hayan formado, frenan su crecimiento o favorecen su disolución. En este grupo destacan las heparinas, las cumarinas (inhibidores de la vitamina K) y los anticoagulantes directos o nuevos anticoagulantes orales. Los antiagregantes plaquetarios actúan sobre las plaquetas impidiendo que se inicien los procesos que llevan a la formación de un trombo. Los principales son el ácido acetilsalicílico, las tienopiridinas o los inhibidores de la glicoproteína.

Además, otros fármacos utilizados para combatir algunos factores de riesgo cardiovascular son las estatinas (reducen los niveles de lípidos en sangre), los betabloqueantes (reducen la frecuencia cardiaca y la presión arterial), los inhibidores del sistema renina-angiotensina (regulan la tensión arterial) y los anticuerpos inhibidores de la PSCK9 (con efecto hipolipemiante).

Tratamientos del futuro

En la actualidad, la investigación y desarrollo de nuevos medicamentos para las enfermedades cardiovasculares avanza en una triple dirección: anticuerpos monoclonales con acción hipolipemiante, inhibidores enzimáticos para el tratamiento de la insuficiencia cardiaca y terapia génica dirigida a la reactivación del gen de la telomerasa y la regeneración de cardiomiocitos en pacientes que han sufrido un infarto de miocardio.

Y, más allá, hay ensayos clínicos en distintas fases de desarrollo para diversas enfermedades cardiovasculares como la hipercolesterolemia familiar heterocigótica, la hipertensión arterial pulmonar, la insuficiencia cardiaca en población pediátrica y la disfunción ventricular izquierda tras infarto agudo de miocardio. Además, se estudia el uso de células madre para isquemia crítica de extremidades inferiores en pacientes con diabetes mellitus.