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Cuando la cabeza estalla

Conocer los mecanismos neurológicos que utiliza el cerebro para procesar el dolor permite a los afectados por las migrañas reducir la frecuencia de los ataques.

las migrañas son la pesadilla de miles de ciudadanos.

Poco podía imaginar Gotzone Miranda que aquel dolor de cabeza que le asaltó un día sin motivo aparente se iba a repetir con frecuencia hasta casi invalidar su vida. Se trataba de migrañas, una pesadilla que amenazaba con retirarle de todo. «Soy madre de dos hijas, tengo un entorno familiar y laboral estable, sin problemas económicos, una vida satisfactoria….hasta que aparecieron aquellos dolores».

Aquellos dolores eran migrañas. «Se convirtieron en una constante en mi vida. Los dolores arrastraban vómitos, náuseas….Cuando aparecían solo quería alejarme de todo, desaparecer del mundo. Tumbada en mi habitación, a oscuras, sin moverme. Así estuve durante años, dando vueltas de médico en médico, pasando por osteópatas, fisioterapeutas…».

Hoy, sin embargo, esas migrañas son un recuerdo, doloroso, pero recuerdo. Aunque sufre alguna recaída, su vida ha cambiado para bien. Los ataques son esporádicos y está perfectamente preparada para enfrentarse a ellos. ¿Qué ha producido este cambio tan radical? Su paso por la consulta del neurólogo alavés Arturo Goikoetxea, jefe del servicio de Neurología del Hospital Santiago (en Vitoria) hasta su jubilación. Básicamente, lo que postula Goikoetxea es que el cerebro analiza la situación y, si ve cualquier tipo de amenaza debido a una lesión, actúa con el programa del dolor. Pero en ausencia de este daño físico, como puede ser el caso de las migrañas, actúa de forma errónea activando ese programa.

Una vez descartado que exista un daño, para lo que no es preciso «hacer todas las pruebas del mundo», asegura Goikoetxea, se trata de «explicar al paciente qué es un cerebro, cuál es la función de éste y cómo el dolor surge del cerebro». Es decir, que cuando el cerebro envía un mensaje de dolor por una migraña en realidad se ha equivocado de programa. «Es como si los bomberos salen a apagar un fuego y resulta que es una falsa alarma». «Una vez se asume el origen cerebral de este síntoma, que no hay un daño físico que lo provoque, se produce una modificación de los circuitos cerebrales, el paciente interioriza esa nueva información y acaba con el malestar”.

Estudio

Fruto de ese trabajo en terapias de grupo, durante las IX Jornadas de la Sociedad de Medicina Familiar y Comunitaria del País Vasco-Osatzen se presentaron los resultados de un estudio con pacientes afectados por migrañas. Entender los mecanismos neurológicos que utiliza el cerebro para procesar el dolor ha permitido a siete de cada diez pacientes que sufren migraña reducir los síntomas y frecuencia de estos ataques y la ingesta de fármacos para hacerles frente. Estas son las principales conclusiones del trabajo realizado en el centro de salud San Martín de Vitoria con un centenar de pacientes aquejados de migraña.

En esas charlas se les aclaró que «existe el dolor sin daño y que lo que realmente hay es un cerebro equivocado que de alguna manera evalúa mal las entradas que está recibiendo de información», explica uno de los médicos responsables del estudio, Rafael Martínez de la Eranueva.

A Gotzone Miranda le funcionó. «Después de conocer estas teorías empecé a aplicarlas al sufrir los ataques. Hablaba con mi cerebro como si lo hiciera con un niño pequeño: ‘No tengo ninguna lesión, ningún daño, así que te estás equivocando al mandarme señales de dolor. Y para demostrártelo voy a ir a andar’. Al principio no lo conseguía. El cerebro me enviaba señales de dolor y lo que debía hacer es tumbarme y quedarme quieta, pero yo le respondía saliendo a andar».

Sin embargo, a todos los pacientes no les funciona igual de bien este tratamiento. Es el caso de N. G., una joven vitoriana que tuvo que desistir de él «para no provocarse más dolor». «El médico de cabecera me mandó al neurólogo. Descartó cualquier tipo de lesión cerebral y me dio unas pastillas. El tratamiento con los fármacos no dio resultado. Seguí terapias alternativa, pero nada. Entonces leí el método de Goikoetxea».

En este punto, N. G, empezó a ver luz en su túnel. «Traté de seguir el tratamiento con las pistas que me dio: enfrentarme al dolor, sin recurrir a los analgésicos y haciendo una vida normal». Se trataba de convencer al cerebro de que no estaba sucediendo nada, que no podía mandar señales de dolor porque no había ninguna lesión. «Intenté moverme, hacer vida normal durante las crisis, pero lo único que conseguí fue provocarme más dolor. No logré ningún avance y al final me sentí más frustrada. Yo pertenezco a ese porcentaje de personas que no volvió a la consulta del doctor Goikoetxea».
fuente:eldiarionorte. Euskadi. Eduardo Arismendi.forma sobre un reciente estudio de la Universidad de Toronto,Canada.