Se confiesa apasionada por la vida y lo que vivir comporta. “Por eso hablo de la muerte, pero desde una óptica profundamente vital. Quien habla de muerte está lleno de vida. Por la conciencia, por la ansiedad, por la pasión por vivir”. Discurso contundente y transgresor el de Rosa Montero (Madrid, 1951), referente del periodismo y la literatura en español de las últimas décadas. Sus libros han sido traducidos a veinte idiomas. Acaba de publicar ‘El peso del corazón’. “Al escribir una novela, al crear sus personajes, juegas a ser Dios”, confiesa.
‘El peso del corazón’, su segundo libro con una misma protagonista, ¿se ha propuesto hacer una serie?
Con ‘Lagrimas en la lluvia’ me propuse regalarme un mundo y unos personajes que yo pudiera volver a visitar cuando quisiera. Creo que esa es la máxima ambición de un escritor. Recuerdo que leí una entrevista de Rowling cuando concluyó la séptima entrega de Harry Potter y decía que cuando acabó ese libro se metió en la cama y estuvo un año sin poder levantarse y negociando con la depresión. Lo entiendo porque sentirse exiliada de un mundo tan maravilloso y complejo debe ser tremendo. Porque tener un mundo propio es el oculto anhelo de todo escritor. Cuando eres novelista, juegas a ser Dios.
¿La salud como elemento clave en sus libros?
¿Cómo no va a importarme la salud? La buscamos, luchamos por ella, queremos que esté a nuestro lado. Me interesa especialmente todo lo relacionado con el cerebro y con la memoria. Los neurocientíficos sostienen que nuestro cerebro busca patrones e inventa el orden en un mundo caótico. El cerebro es un arquitecto constante. Necesita equilibrio y orden porque la vida es puro caos. En esa vertiente se aplica la memoria que es algo que estamos continuamente inventando. Imagina y nos completa la vida para darle una apariencia de sentido. Nos equilibra.
¿Cómo va su salud?
Ni puedo ni debo quejarme. La busco como aliada y en ello ando.
Y la muerte como otra de las constantes en su obra…
La tragedia del ser humano es ser mortal. En ese sentido la vida se convierte en una estafa. Bruna Husky, la protagonista de mi última novela, es el personaje que más me gusta de todos los que he escrito. El más poderoso y el más parecido a mí en lo profundo. Todos los personajes, los buenos y los malos, los utilizas como máscaras no sólo de lo que tú eres, sino máscaras de tus miedos, de tus deseos. No se parece en nada en lo biográfico a lo que yo soy, pero en lo profundo sí. Por ejemplo, en su visión de la muerte. Ella es un ser especial, una androide, que sabe cuando se va a morir. Los humanos nos las apañamos para olvidar que somos mortales, pero Bruna no puede permitírselo y eso hace que viva obsesionada por la muerte y que no sólo tema a la muerte, sino que además la detesta, la odia. Le parece que la muerte es un fraude y en esa especie de rabia básica yo me siento muy identificada con ella. Así como en la obsesión por el paso del tiempo, algo que tengo desde que era pequeña. El tiempo lo destruye todo. Tengo la teoría de que los escritores, los novelistas en concreto, tenemos más problemas para olvidarnos de la muerte que el resto de los humanos. Me siento muy cercana al personaje de Bruna, a esa vitalidad salvaje. Evidentemente el personaje que he creado es mucho más exagerado que yo en todo, pero me siento muy identificada con esa vitalidad, porque cuando estás llena de muerte, estás llena de vida. Por la conciencia de vivir, por la ansiedad por vivir.
Y el amor, ¿el amor siempre?
Acaso porque empecé con aquella novela que se llamaba ‘Crónica del desamor’ hace más de 35 años, muchas veces me han dicho que mis libros tratan siempre de amor, pero creo que el tema del amor en mis novelas ha sido siempre secundario. Es verdad que en este último libro el amor es tema crucial, pero es una excepción pues los otros temas que he mencionado siempre han pesado más. Hablo del amor y, al tiempo, del miedo al amor, del miedo a entregarse al otro. Ese chapoteo terrible en el clarooscuro de los sentimientos, de los afectos, del sexo.
¿Qué le interesa transmitir a través de su obra?
La verdad es que siempre hablas de los mismos fantasmas. Al final siempre están las mismas obsesiones. Los escritores contemporáneos escribimos todos casi siempre sobre temas similares, aquellos que nos preocupan. Yo intento en cada nuevo libro una manera distinta de volver a contar a los demás y a mí misma los mismos fantasmas para aprender de ellos e intentar revelar y revelarme, a través de ellos, el sentido del mundo. Busco nuevas melodías para contar de una manera más bella, más exacta y más profunda. Para explicarme el mundo. Uno no escribe para enseñar, escribe para aprender. Con el tiempo he descubierto que todos mis libros tienen algo en común: todos son de supervivientes, no de perdedores. También me he dado cuenta de que mis novelas empiezan con un personaje, hombre o mujer, que empieza fatal, odiándose a sí mismo y muy fuera de la vida. En el curso de las páginas supera una prueba y va mejorando y las personas que le acompañan, que también suelen empezar mal, también van superándose. Y hablo de lo social y lo político, algo muy importante para mí. La relación con el poder en el sentido más profundo de la palabra. Veo con preocupación en el mundo como una especie de añoranza por el autoritarismo, por el totalitarismo, por las respuestas simples ante un mundo tan complejo como el que vivimos.
¿Cuales son, hoy, las grandes preocupaciones de Rosa Montero?
En mí caso esa obsesión es la muerte y el ulceroso paso del tiempo. Cómo el tiempo lo destruye todo. Como he dicho, si es que tiene algún sentido, la vida es la memoria, la fragilidad de la memoria. El hecho de que la memoria es un invento y la identidad también es un invento puesto que se basa en la memoria. Me preocupa la falta de fiabilidad de lo real. La realidad como una película temblorosa que se nos escapa entre los dedos. La necesidad del otro para vivir. Si vivimos sin los otros, como seres sociales que somos, la vida no merece ser llamada vida. La gran tragedia del ser humano es venir a este mundo con tantos deseos de ser, con tantos deseos de seguir en la vida con este yo tan enorme que tenemos, y que tengamos que desaparecer. La muerte es inhumana e irracional. La muerte es una estafadora, una ladrona que se atreve a venir a destrozarnos la vida. Odio a la muerte. A mi no me importaría no morirme. Soy muy vitalista. Me encanta vivir cada momento y disfruto mucho haciéndolo.
La autora
Rosa Montero nació en Madrid. Estudió Periodismo y Psicología. Es autora de las novelas ‘Crónica del desamor’ (1979), ‘La función Delta’ (1981), ‘Te trataré como a una reina’ (Seix Barral, 1983), ‘Amado amo’ (1988), ‘Temblor’ (Seix Barral, 1990), ‘Bella y oscura’ (Seix Barral, 1993), ‘La hija del caníbal’ (1997, Premio Primavera), ‘El corazón del Tártaro’ (2001), ‘La loca de la casa’ (2003, Premio Qué Leer y Premio Grinzane Cavour), ‘Historia del Rey Transparente’ (2005, Premio Qué Leer), ‘Instrucciones para salvar el mundo’ (2008), ‘Lágrimas en la lluvia’ (2011), ‘La ridícula idea de no volver a verte’ (2013) y ‘El peso del corazón’ (2015). También es autora del libro de relatos ‘Amantes y enemigos’ (1998), de varias obras relacionadas con el periodismo, y de los libros infantiles ‘El nido de los sueños’ (1991) y la serie protagonizada por Bárbara. Su trayectoria periodística ha sido reconocida, entre otros, con el Premio Nacional de Periodismo, el Rodríguez Santamaría y el Premio de Periodismo El Mundo. Su obra está traducida a más de veinte idiomas.