Una de las conclusiones obtenidas en el XX Congreso Nacional de la Sociedad Española de Obesidad (SEEDO) es que, además de los hábitos de vida poco saludables, factores menos conocidos como los disruptores endocrinos, la contaminación del aire y la influencia de la publicidad juegan un papel importante en el aumento de la obesidad a nivel global. Estas cuestiones destacan la necesidad de una acción coordinada y urgente, tanto a nivel individual como gubernamental, para combatir una epidemia que tiene raíces profundas y multifacéticas.
Los disruptores endocrinos son compuestos químicos presentes en numerosos productos de uso diario, desde botellas de plástico hasta cosméticos. Estos elementos son capaces de alterar el sistema endocrino, favoreciendo el desarrollo de enfermedades metabólicas como la obesidad y la diabetes. Según la profesora Paloma Alonso-Magdalena, investigadora del IDiBE en la Universidad Miguel Hernández, algunos de estos compuestos, denominados obesógenos, pueden modificar el balance energético, alterar el metabolismo de lípidos y desajustar los mecanismos hormonales que regulan el apetito.
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La dieta, el contacto a través de la piel y la respiración son las principales vías de exposición a estas sustancias. Reducir este contacto, especialmente durante etapas críticas como la gestación, la infancia y el desarrollo, es fundamental. Entre las medidas preventivas sugeridas destacan evitar calentar alimentos en recipientes de plástico, usar botellas y utensilios de cocina de materiales seguros como vidrio o acero inoxidable, y optar por productos ecológicos y naturales.
La contaminación del aire
La contaminación atmosférica, particularmente las partículas PM 2.5, ha sido reconocida como un factor de riesgo clave para la salud humana, responsable de millones de muertes prematuras anuales. Sin embargo, el impacto de la contaminación no se limita a las enfermedades cardiovasculares. Como explica Sergio Valdés, de la Unidad de Endocrinología y Nutrición del Hospital Regional Universitario de Málaga, existe evidencia creciente de que estas partículas aumentan el estrés oxidativo y la inflamación sistémica, afectando órganos clave en la regulación energética y promoviendo la acumulación de grasa.
En España, donde los niveles de contaminación superan los límites recomendados por la OMS, la situación es preocupante. Aunque la reciente legislación europea para 2030 busca reducir los niveles máximos de contaminación, los expertos subrayan la urgencia de implementar medidas inmediatas para disminuir el tráfico motorizado, promover el transporte público limpio y fomentar fuentes de energía renovables.
La publicidad
En la infancia y adolescencia, la publicidad tiene un impacto significativo en la elección de alimentos y bebidas, incentivando el consumo de productos poco saludables. Según Santi F. Gómez, director de Investigación y Programas de la Gasol Foundation, resulta inaceptable que la industria explote la vulnerabilidad cognitiva de los menores para promover productos ricos en grasas, azúcares y sal.
En España, la falta de una regulación efectiva de la publicidad dirigida a menores agrava el problema. Aunque existe el código PAOS desde 2005, éste es de adhesión voluntaria y no tiene carácter vinculante. Ante esta situación, se hace imprescindible la aprobación de un marco regulatorio más robusto que prohíba la promoción de alimentos poco saludables y fomente hábitos de vida beneficiosos.
Por otra parte, durante el embarazo, el aumento excesivo de peso tiene implicaciones negativas a corto y largo plazo, tanto para la madre como para el feto. Rocío Villar, especialista en endocrinología y nutrición en el Complejo Hospitalario Universitario de Santiago de Compostela, señala que cerca del 47% de las mujeres embarazadas ganan más peso del recomendado, lo que aumenta el riesgo de complicaciones como diabetes gestacional y obesidad futura en la madre y el hijo.