El dolor, especialmente cuando se vuelve crónico, representa un reto significativo en la vida de muchas personas, afectando tanto su bienestar físico como emocional. Sin embargo, en el caso de las mujeres, este padecimiento supone un desafío aún mayor. En ello no solo influyen las diferencias biológicas o las fluctuaciones hormonales relacionadas con la percepción del dolor, sino también los factores sociales. La tendencia histórica a minimizar el dolor femenino, el estigma social que rodea afecciones como el dolor menstrual o el dolor durante las relaciones sexuales, se unen a la falta de educación sobre salud femenina y a la insuficiente formación de muchos profesionales en el manejo del dolor ginecológico. Y deriva en retrasos en el diagnóstico de enfermedades como la endometriosis, que puede tardar una media de 8 años en diagnosticarse; y en que muchas mujeres no puedan tener una óptima calidad de vida.
En la actualidad, los desafíos en este ámbito radican en romper con estos mitos, mejorar la educación en salud femenina y fomentar un enfoque multidisciplinar que aborde el dolor de manera integral. Así resume la ginecóloga y obstetra Miriam Al Adib Mendiri algunas de las claves sobre las que trabajar para mejorar la calidad de vida de las pacientes.
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¿Qué opinión te merece el trato que históricamente se le ha dado al tema del dolor en la mujer?
Históricamente, el dolor en las mujeres ha sido minimizado, malinterpretado y, a menudo, desestimado. Hay una tendencia a considerar el dolor menstrual o ginecológico como normal y no lo suficientemente serio como para ser tratado adecuadamente. Esta visión desapasionada ha contribuido a la estigmatización de los síntomas que muchas mujeres experimentan, lo que merma la búsqueda de la atención médica que necesitamos.
¿Qué diferencias biológicas y hormonales influyen en la percepción del dolor en mujeres en comparación con los hombres?
Las mujeres tienen diferencias hormonales que afectan al sistema inmunológico, sistema nervioso, sistema cardiovascular… En cuanto al dolor, este puede estar relacionado con las fluctuaciones hormonales, la estructura del sistema nervioso y hasta puede estar influido por factores psicosociales. Hormonas como el estrógeno pueden influir en los mecanismos de la respuesta inflamatoria, lo que hace que las mujeres respondan de manera diferente al dolor con respecto a los hombres. Por otro lado, estadísticamente, aunque las mujeres son algo más longevas que los hombres, tienen más dolor crónico y peor calidad de vida que estos. En esto no solo influyen las hormonas y factores biológicos. Hay que tener en cuenta también aspectos sociales como la maternidad, los cuidados o esos múltiples roles a los que muchas mujeres están sometidas, pero sobre todo la tendencia a invisibilizar el dolor de las mujeres (el dolor de la regla, el dolor con las relaciones, el dolor pélvico crónico, etc.) considerándolo como una cuestión “psicosomática” sin ninguna importancia a pesar del impacto tan negativo que puede tener en la calidad de vida de muchas afectadas. De ahí, de esta invisibilidad, el retraso en el diagnóstico de las mujeres con enfermedades como la endometriosis, una enfermedad que en casi la mitad de las afectadas se tarda una media de 8 años en diagnosticarse desde que aparecen los primeros síntomas de dolor.
Comentas que las fluctuaciones hormonales del ciclo menstrual afectan a la sensibilidad al dolor. ¿Puede especificar cómo?
Durante el ciclo menstrual, las fluctuaciones hormonales pueden alterar la inflamación y la sensibilidad al dolor. En la fase premenstrual, cuando no hay buenos niveles de progesterona, muchas mujeres experimentan un aumento en la sensibilidad al dolor y mayor malestar. Estos cambios hormonales interactúan con el sistema inmunológico aumentando la inflamación y con el sistema nervioso central, afectando la sensibilidad al dolor.
¿Qué mitos sobre el dolor y el ciclo menstrual están más extendidos y qué arroja la evidencia científica al respecto?
Hay una polaridad en esto cuando no entendemos bien la salud femenina: se normaliza lo patológico y se patologiza lo normal. Se normaliza lo patológico cuando, por ejemplo, tienes un dolor de regla intenso o un síndrome premenstrual que te afecta muy negativamente a la calidad de vida y se asume como normal. Y se patologiza lo normal cuando las variantes y cambios normales del ciclo los consideramos como una anormalidad. Las mujeres somos cíclicas durante la edad fértil. Esto significa que, en un momento del ciclo, podemos experimentar unos cambios y, en otro, otros. Esto no es anormal. Si tienes menos energía en los días de regla o si tienes alguna molestia, esto no tiene por qué ser patológico. Pero, obviamente, si esos cambios son dolores o síntomas incapacitantes, esto ya no es normal.
Hablemos del dolor durante las relaciones sexuales, ¿sigue siendo un tema tabú? ¿Por qué cree que todavía existe tanto silencio en torno a este problema y cómo podría resolverse?
Sí, el dolor durante las relaciones sexuales sigue siendo un tema tabú. La falta de educación sexual, el estigma asociado con la sexualidad femenina y la falta de apertura a la comunicación sobre el dolor en la intimidad contribuyen a este silencio. Para eliminarlo, es crucial promover la educación sobre la salud sexual y brindar espacios seguros donde las mujeres puedan hablar sobre sus experiencias sin juicio. Las campañas de concienciación y la formación de profesionales en este ámbito también son esenciales. Hay que saber explorar el dolor. En primer lugar, saber diferenciar si es de tipo orgánico o si es de tipo funcional, explorar las rutas del dolor, qué lo está provocando, si es inflamatorio, si es neuropático, si es muscular, si es un síndrome genitourinario, si hay una mezcla de diferentes orígenes… y qué profesional/profesionales podrían tratarlo (si precisara tratamiento ginecológico o si precisa fisioterapia de suelo pélvico, sexología, psicoterapia…). En ocasiones, requieren tratamientos multidisciplinares, pero hay que saber hacerlo y en esto hay muy poca formación.
¿Qué impacto tiene el dolor derivado de problemas ginecológicos crónicos (endometriosis, vulvodinia…) en la calidad de vida de las mujeres?
El dolor asociado con condiciones como la endometriosis, el liquen escleroso vulvar, vulvovaginitis crónica, el síndrome genitourinario, el dolor pélvico crónico o la vulvodinia pueden tener un impacto devastador en la calidad de vida de las mujeres. Puede afectar sus relaciones personales, su vida sexual, su rendimiento laboral y su bienestar emocional. Muchas mujeres enfrentan ansiedad y depresión debido a la cronicidad del dolor y la lucha por ser entendidas y tratadas adecuadamente.
¿Se puede prevenir el dolor ginecológico? ¿Cómo?
Si bien no todos los tipos de dolor ginecológico se pueden prevenir, ciertos enfoques pueden reducir el riesgo de la cronicidad. La educación sobre el cuerpo y el ciclo menstrual, el manejo adecuado del estrés, y la adopción de un estilo de vida saludable pueden ayudar. La detección temprana y el tratamiento de condiciones subyacentes, así como la consulta con profesionales de la salud con la formación adecuada sobre el dolor, también son fundamentales. Si un dolor no lo tratamos correctamente desde el principio y dejamos que se cronifique en el tiempo, este dolor va a ser más difícil de tratar porque, con el tiempo, se van produciendo hipertonías musculares secundarias y/o sensibilización de las rutas neuronales del dolor, lo que finalmente podría requerir un tratamiento por diferentes especialidades. Pongo un ejemplo sencillo: en la menopausia puede que empieces con dolor por sequedad vaginal, esto genera dolor con las relaciones y, con el tiempo, si no tratamos, podría producirse atrofia. Y, si seguimos sin tratar, comenzará a hacer contractura de la musculatura del suelo pélvico y, quizás, sensibilización de las rutas neuronales que vehiculan sensibilidad dolorosa. De manera que, si a estas alturas ponemos tratamiento, ya no sería suficiente tratar la atrofia sino todo lo demás que ha ido añadiéndose.
¿Cree que los profesionales sanitarios y el propio sistema sanitario están lo suficientemente preparados para diagnosticar y tratar adecuadamente el dolor ginecológico? ¿Cómo podría mejorarse?
Muchos profesionales sanitarios no están suficientemente preparados para diagnosticar y tratar el dolor ginecológico. Esta brecha se puede cerrar mediante una mayor formación específica en ginecología y en el tratamiento del dolor. Además, es fundamental fomentar un enfoque multidisciplinar que incluya la atención psicológica y fisioterapéutica, para abordar el dolor de manera efectiva.