Un estudio llevado a cabo por investigadores de la Universidad de California revela que la falta de sueño causa cambios en el cerebro que están asociados con un mayor deseo por consumir alimentos ricos en calorías. Sus hallazgos proporcionan nuevas pruebas epidemiológicas que apuntalan la cada vez más sólida relación entre los trastornos del sueño y la obesidad.

El equipo de investigadores de la Universidad de California dirigido por Matthew P. Walker llevó a cabo un experimento en el que participaron 23 individuos sanos (13 de ellos mujeres) y examinó su actividad cerebral tras una noche completa de sueño y después de una noche sin dormir. Durante la medición de la actividad cerebral, llevada a cabo con un escáner de resonancia magnética, los participantes fueron decidiendo cuanto querían comer de un total de 80 elementos que les fueron mostrados.

Motivación e impulso

«Nuestros resultados -explica Walker- han demostrado que las regiones del cerebro relacionadas con la toma de decisiones de alto nivel quedan embotadas por la falta de sueño a la hora de elegir alimentos. Por el contrario, las estructuras profundas del cerebro que controlan la motivación y el impulso se amplifican«. Además, un hallazgo adicional interesante fue que a los participantes privados de sueño les apetecían más los alimentos ricos en calorías.

Walker indica que esta menor actividad cerebral en regiones que controlan las buenas decisiones, en combinación con la amplificación en aquellas más relacionadas con la recompensa inmediata, encaja bien con las teorías de que la falta de sueño favorece el aumento de peso y la obesidad Por ello considera que «promover que las personas duerman un número adecuado de horas puede ser una buena fórmula para facilitar el control de peso en la población, favoreciendo los mecanismos cerebrales que gobiernan una buena elección de los alimentos».