El 72% de la población española reconoce haber tomado medicamentos en algún momento por propia iniciativa y sin consultar a un médico. Una automedicación que, como muestran los resultados de la encuesta llevada a cabo por Eroski Consumer con 1.050 adultos de nueve comunidades autónomas –Andalucía, Islas Baleares, Castilla-La Mancha, Cataluña, Comunidad Valenciana, Galicia, Madrid, Navarra y País Vasco–, se justifica por los propios pacientes por tratarse de ‘problemas menores’ de salud o ‘repetidos’.
Un dato cuando menos preocupante dado que, como recuerda Eroski Consumer, si bien es cierto que cuando una medicina se usa de forma correcta y racional puede hacer mucho bien a la salud, también lo es que podemos hacernos daño si ese uso es excesivo o se ha realizado cuando no se debía.
Y un dato más preocupante aún cuando se atiende a que uno de cada tres encuestados padecía alguna enfermedad crónica que requería de tratamiento farmacológico diario –principalmente enfermedades cardiovasculares, hipertensión arterial, diabetes y trastornos de la glándula tiroides.
Es más; hasta el 19% de los encuestados reconoce haber recomendado a familiares o amigos tomar un medicamento que requiere de prescripción médica.
Todo ello a pesar de la campaña puesta en marcha en 2006 por el Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad, en la que se instaba a la población a no recomendar la toma de antibióticos u otros medicamentos que necesiten prescripción médica por suponer un riesgo para la salud.
Automedicación y almacenaje
La razón para este alto porcentaje de automedicación se explica por el elevado número de españoles que guardan en su casa los medicamentos sobrantes de los tratamientos prescritos en las consultas –por lo general, analgésicos, antiinflamatorios, anticatarrales o antigripales y antibióticos–. Y es que según los datos del estudio, hasta el 70% de los encuestados aseguró tener en sus botiquines fármacos sobrantes de tratamientos ya concluidos.
De hecho, el 14% de los participantes reconoció haber suspendido durante el último año un tratamiento prescrito antes del tiempo indicado por su médico. Un comportamiento justificado en la mayoría de las ocasiones por el hecho de ‘sentirse bien’.
Además, solo un 54% de los encuestados reconoció leer el prospecto antes de tomar el medicamento, fundamentalmente el apartado referente a los efectos secundarios. Una práctica, por el contrario, obviada por el 24% que afirmó no leerlos nunca.