La práctica de bricolaje o jardinería podría reducir el riesgo de presentación de un infarto de miocardio o de un accidente cerebrovascular –o ictus– en las personas mayores de 60 años. Y es que las actividades de ocio rutinarias, con independencia de la práctica o ausencia de ejercicio físico, se asocian con una reducción de hasta un 30% de la mortalidad general en esta población. Así lo muestra un estudio llevado a cabo por investigadores del Hospital Universitario Karolinska en Estocolmo (Suecia) y publicado en la revista British Journal of Sports Medicine.

«Nuestros resultados son particularmente importantes para los adultos mayores dado que las personas de estas edades tienden, en comparación con otros grupos, a pasar un tiempo relativamente mayor de su actividad diaria realizando actividades rutinarias porque a menudo tienen dificultades para alcanzar los niveles de intensidad que se recomiendan en el ejercicio físico», afirma la doctora Elin Ekblom-Bak, directora de la investigación.Tan beneficioso como el ejercicio

Para llevar a cabo el estudio, los autores evaluaron durante 12,5 años la salud cardiovascular de 4.232 personas mayores de 60 años de Estocolmo. Todos los participantes cumplimentaron un cuestionario en el que, además de sobre su estilo de vida –dieta, tabaquismo, consumo de alcohol y actividad física–, se les preguntó sobre la frecuencia con la que llevaban a cabo actividades de ocio rutinarias –entre otras, bricolaje, jardinería, mantenimiento de automóviles o salidas al campo para recoger moras.

En el momento de inicio del estudio, y con independencia de la práctica de ejercicio físico, los participantes que llevaban a cabo actividades de ocio de manera cotidiana tenían un menor riesgo cardiovascular que aquellos con bajos niveles de actividad diaria. Concretamente, las personas que desarrollaban las actividades rutinarias tenían un menor perímetro de cintura y menores niveles de lípidos, glucosa y factores de coagulación en sangre.

De hecho, el perfil de riesgo cardiovascular fue similar al de aquellos que practicaban ejercicio físico intenso de manera habitual pero que, sin embargo, no desarrollaban actividades de ocio rutinarias. Y en ambos casos –ejercicio físico o actividades de ocio rutinarias–, y comparados frente a aquellos que no hacían ejercicio ni actividades rutinarias –como el bricolaje o la jardinería–, se observó una reducción del 27% del riesgo de presentación de infarto o ictus y una disminución del 30% de la mortalidad general.

La razón para este beneficio asociado a las actividades de ocio rutinarias podría explicarse, según apuntan los autores, «por el gasto de energía. El pasar mucho tiempo sentado conlleva una disminución del metabolismo a niveles mínimos, niveles que se elevan cuando la actividad física se incrementa. Además, las contracciones musculares también pueden proporcionar algunas pistas, puesto que sentarse no requiere ningún esfuerzo muscular, alterando la producción normal de hormonas del músculo esquelético, con potenciales efectos adversos sobre otros órganos y tejidos del cuerpo».

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