La cantidad y el tipo de grasas ingeridas en la adolescencia condicionan la densidad las mamas y, por tanto, el riesgo de desarrollar un cáncer de mama una vez alcanzada la edad adulta. Concretamente, y según muestra un estudio llevado a cabo por investigadores de la Facultad de Medicina de la Universidad de Maryland en Baltimore (Estados Unidos) y publicado en la revista Cancer Epidemiology, Biomarkers & Prevention, muestra que un mayor consumo de grasas saturadas o una menor ingesta de grasas mono o poliinsaturadas en la adolescencia se asocian con una mayor densidad mamaria, y por tanto con un mayor riesgo de cáncer, una vez llegada la segunda década de la vida
Como explica la doctora Seungyoun Jung, directora del estudio, “nuestros resultados sugieren que la ingesta de grasas durante la adolescencia conlleva efectos a largo plazo sobre la composición de las mamas de las mujeres jóvenes. Por tanto, y de confirmarse nuestros hallazgos, el mensaje sería que la dieta adoptada en las etapas tempranas de la vida es importante y puede aumentar el riesgo de enfermedad o conllevar un beneficio protector en la edad adulta”.
Dieta y cáncer de mama
Para llevar a cabo la investigación, los autores analizaron los datos del Estudio de Intervención Dietética en Niños (DISC), en el que se recabó información sobre los hábitos dietéticos en la infancia y la adolescencia de los participantes –663 menores, incluidas 301 niñas, con edades comprendidas entre los 8 y los 10 años en el momento de su inclusión en el estudio. Posteriormente, los autores evaluaron la densidad mamaria mediante imagen por resonancia magnética de 117 mujeres que, ya con edades entre los 25 y los 29 años, habían participado en el DISC.
Los resultados mostraron que una mayor ingesta de grasas saturadas o un menor consumo de grasas insaturadas en la adolescencia se asociaron con una mayor densidad mamaria ya en la edad adulta.
Como indica la doctora Jung, “el momento de exposición a la dieta es importante, y los cambios apropiados en la dieta durante la adolescencia pueden contribuir a una reducción de la densidad mamaria y, por ende, del riesgo de cáncer, así como prevenir la obesidad, la diabetes y la enfermedad cardiovascular”.
Así, como concluye la doctora Joanne Dorgan, co-autora del estudio, “nuestros resultados son particularmente interesantes porque la dieta durante la adolescencia se puede modificar, mientras que otros factores bien conocidos para el cáncer de mama como son la edad del inicio de la menarquia y el número y momento de los embarazos ofrecen un escaso margen de intervención”.
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