La principal razón por la que la población fumadora no inicia los tratamientos antitabáquicos es el miedo a engordar. Así lo muestra un estudio publicado en la revista Prevención del Tabaquismo de la Sociedad Española de Neumología y Cirugía Torácica (SEPAR), en el que se observa que la mayoría de las personas que inician un proceso de deshabituación tabáquica come en mayor cantidad durante las primeras ocho semanas de tratamiento.

Sea como fuere, recuerda la SEPAR, «el aumento de peso al dejar de fumar es un riesgo leve para la salud en comparación con los riesgos que supone seguir fumando».

El tabaquismo activo causa 53.000 muertes anuales en España. Y el pasivo, más de 3.200, por lo que en nuestro país mueren cada día 145 personas como consecuencia del tabaco, siendo la primera causa evitable de muerte.

Nicotina y peso corporal

Como apuntan los autores del estudio –los Dres. Silvia V. Rey y Carlos A. Jiménez–, los efectos de la nicotina repercuten directamente sobre el peso corporal del fumador, pues aumentan el gasto metabólico basal, suprimen la sensación de apetito y aumentan el ritmo del tránsito gastrointestinal.

En consecuencia, y dado que estos efectos desaparecen cuando se deja de fumar, se produce un aumento de peso en función de la edad, el sexo y la cantidad de cigarrillos diarios consumidos. Como apunta el Dr. Jiménez, «la recuperación del gusto y el olfato hacen que los alimentos sean más apetitosos y comer resulte más placentero, la ausencia de nicotina ayuda a tener más sensación de apetito y es difícil controlar lo que se come».

Así, y por lo general, la mayoría de las personas que inician un proceso de deshabituación tabáquica comen más durante las primeras ocho semanas. Y, concretamente, las mujeres son las que tienen el mayor riesgo de ganar más peso, así como las personas mayores de 55 años y los fumadores de más de 25 cigarrillos al día o que encienden su primer cigarrillo dentro de los 30 minutos siguientes al despertar.

No es excusa

El miedo a no engordar no debe, en ningún caso, paralizar o retrasar el inicio de un tratamiento de deshabituación del tabaco. Y es que, como insisten los autores, «los riesgos para la salud no son comparables«.

En este contexto, y ya antes de iniciar el tratamiento, el fumador debe ser consciente de la existencia de un riesgo elevado de ganar peso, razón por la que «las guías de tratamiento antitabáquico deben ofrecer ayuda para minimizar este aumento: estimular la práctica de ejercicio como forma de limitar la ganancia de peso y proponer un estilo de vida saludable incluyendo el consumo de variedad de frutas y verduras», resaltan los autores del estudio.

Concretamente, los expertos recomiendan iniciar primero el tratamiento antitabáquico y, una vez haya logrado dejar de fumar, llevar a cabo un tratamiento nutricional para bajar peso.