Hoy viernes, 20 de mayo, se celebra el Día Internacional de los Ensayos Clínicos, una efeméride impulsada desde el año 2005 por la Red Europea de Infraestructuras en Investigación Clínica (ECRIN) para conmemorar la realización del considerado como primer ensayo de la historia y base de la investigación clínica moderna: el llevado a cabo por el doctor escocés James Lind en el año 1747 para identificar la ausencia de vitamina C como la causa del escorbuto que afectaba a los marineros de la Armada Británica.
Concretamente, este Día Internacional, como recuerda la ECRIN, “es una oportunidad para las organizaciones dedicadas a la investigación, los investigadores clínicos profesionales y el público en general para reconocer los logros que derivan de la investigación clínica y para debatir en torno a los distintos aspectos del proceso investigador”.
Para ello, la Red concentra los actos de celebración de la efeméride en torno a un encuentro en el que expertos abordan cada año un nuevo tema, y que en esta edición se ha celebrado en Berlín para analizar los retos y oportunidades relacionados con el reclutamiento en los ensayos, muy especialmente las barreras que encuentran los pacientes a la hora de participar en ellos y, de esta forma, acceder a nuevas terapias potenciales.
Un millar de nuevos ensayos
España sigue consolidándose como uno de los líderes mundiales en investigación clínica. Y es que, como recoge el Registro Español de Estudios Clínicos (REEC), coordinado por la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios (AEMPS), nuestro país cerró 2021 con cerca de un millar de nuevos ensayos clínicos en marcha, una cifra similar al récord histórico alcanzado en 2020 y ya con un impacto atenuado de la actividad extraordinaria exigida frente a la pandemia. Concretamente, y de los 997 ensayos iniciados el pasado año, cerca del 40% están dirigidos a algún tipo de cáncer y un 5,6% a la COVID-19.
La razón por la que España se ha posicionado en los últimos años entre los países europeos con mejores condiciones para el desarrollo de ensayos se explica no solo por el nivel científico de nuestros profesionales sanitarios, la excelencia de nuestro sistema sanitario y el apoyo de la Administración, sino también por la creciente implicación de los pacientes y la inversión de la industria farmacéutica. De hecho, cerca de un 80% de estos estudios son promovidos por compañías farmacéuticas, y para muchas de ellas España es, tras Estados Unidos, el segundo país elegido para desarrollarlos.
Los primeros beneficiarios de los ensayos clínicos son los pacientes, que gracias a ellos pueden tener acceso temprano a los tratamientos más innovadores y aún no autorizados, lo que en determinadas patologías graves en las que otros tratamientos ya aprobados han fracasado puede significar su supervivencia.
La investigación clínica es también beneficiosa para el sistema sanitario, porque los ensayos atraen inversiones por parte de la industria y generan ahorros para los centros; para los profesionales, porque actualizan sus conocimientos y adquieren experiencia y reputación internacional al complementar su labor asistencial con la investigadora; y para la industria, porque puede contar con profesionales e infraestructuras clínicas adecuadas para impulsar su actividad investigadora.
Es más; los ensayos clínicos están considerados como la primera fuente de ingresos privados para los hospitales españoles. La inversión de la industria en este ámbito específico ha aumentado a un ritmo medio anual del 4,2% en la última década, pasando de 460 millones de euros en 2010 a los 697 millones en 2020, de los cuales casi la mitad fueron destinados a ensayos en fase III y un 38% a las llamadas fases tempranas, las más complicadas y costosas y las que permiten a nuestros investigadores estar a la vanguardia del conocimiento y a los pacientes recibir el medicamento del futuro, ese que, si todo va bien, tardará todavía 7-8 años en ser aprobado.