exposición al plomo en niños

El plomo es un metal existente en el medio ambiente del que no se conoce ningún papel biológico en el organismo humano. La determinación de plomo en sangre se considera el estándar de referencia para evaluar la exposición humana. En 1991 los Centros de Control y Prevención de Enfermedades (CDC), en Estados Unidos, establecieron que una concentración en sangre igual o superior a 10 μg/dL era un ‘nivel de preocupación’ para los niños y se elaboraron guías de prevención e intervención.

En el año 2005 los CDC establecieron que existía evidencia de que niveles de plomo en sangre inferiores a 10 μg/dL también se asociaban a efectos adversos en los niños, como déficit intelectual, trastornos en la audición, lenguaje, déficit de atención y comportamiento antisocial, aunque en ese momento se decidió
mantener el nivel de preocupación.

Posteriormente, en Estados Unidos se comenzó a usar un valor de referencia basado en el percentil 97,5 de la distribución de plomo de los niños, que se actualizó en 2021. Una de las razones para no bajar el nivel de preocupación o valor de referencia era porque no todos los laboratorios eran capaces de medir concentraciones tan bajas con adecuada exactitud y precisión.

La innovación tecnológica ha sido de gran importancia a la hora de realizar estudios de plomo en sangre en población infantil y detectar sus efectos adversos con concentraciones cada vez más bajas. Han sido las limitaciones a su uso y el disponer de técnicas capaces de medir con exactitud y precisión concentraciones consideradas seguras hasta hacía pocos años los que han hecho posible ese avance, sin olvidar que en el momento actual se considera que no existe un umbral seguro para la salud.

Desde la prohibición del plomo en la gasolina en España el 1 de agosto de 2001, las principales fuentes de exposición en la población general en España son el agua procedente de tuberías con plomo y el uso de vasijas de barro vidriada con plomo en la preparación o almacenamiento de alimentos, aunque existen otras fuentes y factores asociados a la exposición como las municiones o el tabaco. Algunas medidas de prevención primaria como el uso de filtros o dejar correr el agua fría antes de beber y cocinar alimentos son altamente recomendables en el caso de las tuberías, si no es posible retirarlas.

Los niños presentan mayor riesgo de exposición al plomo ingerido que los adultos porque absorben de 4 a 5 veces más. Además, el cerebro y otros órganos de los niños están en desarrollo, por lo que una pequeña exposición puede producir efectos a largo plazo en la calidad de vida. El gateo, llevar las manos y objetos a la boca hace que el mayor riesgo de exposición sea a los 2 años. Por otra parte, los aspectos nutricionales son muy importantes para disminuir el riesgo en la exposición ya que algunas deficiencias de elementos como hierro o calcio aumentan la absorción de este metal.

La concentración de plomo en sangre sigue disminuyendo en la población gracias a que se sigue restringiendo su uso, como ocurrió con la gasolina que se eliminó a nivel mundial en el año 2021. En este sentido, el papel del laboratorio como apoyo a las medidas de salud pública cobra aún más importancia para la correcta interpretación de los resultados emitidos pues, con el descenso de la concentración de plomo en sangre, además de disponer de equipos adecuados para dicho análisis, se hace necesario informar ampliamente del método utilizado.

Asimismo, es necesario disminuir la contaminación de las muestras y reactivos, establecer criterios de repetición de análisis, confirmación y seguimiento de resultados, entre otros aspectos.

La evidencia de los últimos 40 años demuestra que se puede prevenir que los niños tengan concentraciones elevadas de plomo en sangre, controlando o eliminando las fuentes en su entorno y medioambiente y con la ayuda de la innovación tecnológica de los laboratorios.