Albert Jovell… Sabíamos de su enfermedad y de su lucha. Lo sabíamos desde hace tantos años… Se le preguntaba por su salud y lo último que dejaba traslucir era cansancio o derrota. Muy al contrario. Era su imagen la de ese incesante ir y venir reivindicando la voz, la dignidad, los derechos de los pacientes.

Por eso hoy, cuando llegan noticias de su ausencia, la consternación más profunda se ha apoderado de todo y de todos.

Queda en nosotros, ya para siempre, la imagen de su permanente afabilidad, de su rigor y humanismo; de su incuestionable excelencia profesional, del comunicador cercano, del hombre culto, del amigo…

Su actividad, sus libros, sus escritos… constituyen el compendio del saber de un ser humano grande. Su trato sencillo, afable y sosegado, un ejemplo.

Con su ausencia perdemos. Nos empobrecemos y nos aferramos a su recuerdo brillante y a esa sólida obra que, a quienes le tratamos, nos despierta el orgullo de habernos contado entre sus compañeros.

Sirvan estas sentidísimas palabras para evocarle. Para mandarle un gracias largo, muy largo, por su dignidad, su generosidad y su entereza.

Vaya desde aquí en esta tristísima hora toda nuestra gratitud.

Nuestro más conmovido respeto.

Hasta siempre, Albert.