Este testimonio no es diferente al de otras mujeres que conviven con esta enfermedad, porque los sentimientos son universales y haces tuya cada historia, cada palabra, cada vivencia, es como si fuesen una proyección de ti misma. Por ello, me gustaría dedicar este testimonio a todas las compañeras que están luchando contra esta enfermedad, a las que están y a las que ya no están, y a todos los que viven esta enfermedad en segunda persona.

Soy Isabel, tengo cuarenta y siete años y hace dos y medio me diagnosticaron adenocarcinoma seroso de alto grado. Cada año pasaba religiosamente mis revisiones ginecológicas pero no fue mi ginecólogo el que me detectó la enfermedad. Me sentía más cansada de lo habitual. Sin embargo, yo lo achacaba al calor y a la tensión baja a la cual soy propensa. También tenía dolores lumbares pero creí que podría ser un principio de lumbalgia, así pasaron días hasta que los dolores abdominales, de espalda e incluso pectorales empezaron a ser cada vez más frecuentes (ahora reconozco estos síntomas, mi cuerpo me estaba avisando).
Fue entonces cuando decidí acudir a urgencias, me hicieron un reconocimiento y la doctora quiso descartar que hubiese piedras en un riñón. Programó una ecografía y ahí saltó la alarma: los ganglios abdominales estaban inflamados. Ese mismo día se activa el protocolo: tacs, pets y una serie de visitas al ginecólogo y al oncólogo. Después quimioterapia para reducir el tumor, histerectomía radical y mas quimioterapia y como tengo un cáncer recurrente, otra quimioterapia y más quimioterapia. Y así hasta el día de hoy , a la espera de comenzar con un ensayo clínico y con la esperanza que muchas mujeres podamos beneficiarnos de los buenos resultados en un futuro próximo.

 

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Son dos años y medio sin tregua con días estupendos y otros en los que, además de aflorar las dudas, los miedos, la rabia  y los temores, los efectos de la medicación se hacen notar. Pero no puedes dejarte vencer. Hay que ahuyentar los pensamientos negativos para vivir el presente porque el futuro es hoy y ésta es la mejor lección que aprendemos cuando asumimos que el cáncer ha entrado en nuestra vida.

El camino no es fácil y asumir la enfermedad tampoco pero, una vez consciente de todo lo que te está pasando, tienes dos alternativas: luchar o seguir luchando porque yo no he elegido esta enfermedad pero sí la manera de enfrentarme a ella. El cáncer me ha cambiado la vida pero no me ha cambiado a mí, así que sigo disfrutando de los momentos maravillosos que el día a día me brinda. Y, cuando las fuerzas flaquean, intento sentir ese manantial oculto de fortaleza que fluye desde lo más profundo de nuestro ser y que sólo necesitamos saber canalizar.

Y aquí estoy……contándoos mi pequeña historia que espero que hagáis vuestra como yo he hecho con otros testimonios y compartiendo una cita que me gusta y me ayuda especialmente:»Si lloras por haber perdido el sol, las lágrimas no te dejarán ver las estrellas» (Rabindranath Tagore).

No quiero terminar sin mencionar a todos aquellos que me han acompañado en este proceso, sacando lo mejor de sí mismos para compartirlo conmigo, a mi familia, a la que está y a la que sufre en la distancia por no poder estar, a mis amigos, a mi marido: mi roca, mi valle de lágrimas, mi compañero de butaca, el que siempre está y, por supuesto a mis compañeras de ASACO (Cataluña): compañeras de lucha, de sentimientos, de pensamientos, todo un ejemplo de amistad y solidaridad. Gracias y mil gracias mis valientes guerreras por estar ahí, sois mi inspiración para seguir adelante.