La contaminación atmosférica fue responsable en 2012 del fallecimiento de 7 millones de personas en todo el mundo. Es decir, uno cada ocho decesos ocurridos ese año fue causado por la exposición a la contaminación, lo que, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), duplica con creces las estimaciones anteriores y confirma que la contaminación atmosférica constituye en la actualidad, por sí sola, el riesgo ambiental para la salud más importante del mundo.

La mayoría de las muertes, hasta 5,9 millones, se localizaron en los países en desarrollo de Asia Sudoriental y del Pacífico Occidental. Unos decesos que, a nivel global, fueron principalmente causados por las enfermedades cardiovasculares y tumores consecuentes con la exposición a la contaminación.

Concretamente, y de acuerdo con los datos de la OMS, el 40% de las muertes por la contaminación atmosférica se debieron a la cardiopatía isquémica (así como un 26% de los decesos por contaminación del aire de interiores); el 40% al ictus (34%); el 11% a la enfermedad pulmonar obstructiva crónica o EPOC (22%); el 6% al cáncer de pulmón (6%); y el 3% a las infecciones agudas de las vías respiratorios inferiores en la población infantil (12%).

Salvar millones de vidas

Tal es así que, como apunta la OMS, «si se redujera la contaminación atmosférica podrían salvarse millones de vidas».

En palabras de la doctora María Neira, directora del Departamento de Salud Pública, Medio Ambiente y Determinantes Sociales de la Salud de la Organización, “los riesgos debidos a la contaminación atmosférica son superiores a lo que previamente se pensaba o entendía, en especial para las cardiopatías y los accidentes cerebrovasculares. En la actualidad hay pocos riesgos que afecten tanto a la salud en el mundo como la contaminación atmosférica, y las pruebas muestran la necesidad de medidas concertadas para limpiar el aire que todos respiramos”.

Un riesgo, además, que resulta especialmente preocupante en los lugares cerrados –o ‘aire de interiores’–. No en vano, 4,3 millones del total de muertes se debieron a este tipo de contaminación, típica en hogares en que se emplean estufas de leña, carbón o biomasa para cocinar y que afecta sobre todo a las mujeres y a los grupos vulnerables como ancianos y niños.

Y en este contexto, como incide la doctora Flavia Bustreo, subdirectora general de la OMS para la Salud de la Familia, la Mujer y el Niño, «limpiar el aire que respiramos impide el desarrollo de enfermedades no transmisibles y, además, reduce los riesgos de enfermedad entre las mujeres y los grupos vulnerables, como los niños y los ancianos. Las mujeres y los niños pobres pagan un alto precio por la contaminación del aire de interiores puesto que pasan más tiempo en sus casa respirando los humos y el hollín de las cocinas de carbón y leña con fugas».

Políticas no sostenibles

Sea como fuere, “la excesiva contaminación atmosférica es a menudo consecuencia de políticas que no son sostenibles en sectores como el del transporte, la energía, la gestión de desechos y la industria pesada”, advierte el doctor Carlos Dora, coordinador del Departamento de Salud Pública, Medio Ambiente y Determinantes Sociales de la Salud de la OMS, que a su vez destaca que, “en la mayoría de los casos, será también más económico a largo plazo aplicar estrategias que den prioridad a la salud debido al ahorro en los costos de la atención sanitaria, además de los beneficios para el clima”.

Por todo ello, la OMS ha anunciado la publicación, ya en este 2014, de nuevos datos sobre la exposición a la contaminación atmosférica en general y la del aire de interiores en particular y su relación con la mortalidad, así como unas directrices específicas sobre la calidad del aire de interiores y el uso de combustibles domésticos.