La primera semana de Octubre recibimos la llamada de teléfono que nos comunicó que Martina entraría en quirófano el día 13 del mismo mes. Ya teníamos fecha para aquello por lo que tanto habíamos batallado y no suponía más que iniciar el largo camino que arreglaría a nuestra pequeña los errores óseos cometidos por la genética.
Tras la llamada llegaron momentos de ilusión, confusión, nervios…, incluso alguna que otra lagrimilla provocada por el miedo y la evidente alegría.
Los días pasaban rápidamente y los preparativos se sucedían. La familia debió redoblar esfuerzos dado que Martina y Andrea no asistirían a la guardería; la intención era evitar que contrajeran algún virus, cosa habitual en las guarderías, que provocase un resfriado y la consiguiente anulación del quirófano.