La práctica de ejercicio físico, y más concretamente el caminar, el correr o el pedalear sobre una bicicleta, mejora notablemente el flujo sanguíneo que llega al cerebro. Así lo muestra un estudio llevado a cabo por investigadores de la Universidad de Tierras Altas de Nuevo México en Las Vegas (Estados Unidos) y presentado en el marco de la Reunión Anual de Biología Experimental de la Sociedad Americana de Fisiología (APS) celebrada en Chicago (Estados Unidos).

Como explica el doctor Ernest Greene, director del estudio, “nuestros resultados sugieren que el flujo sanguíneo cerebral es muy dinámico y directamente dependiente de las presiones aórticas cíclicas que interactúan con los pulsos de presión retrógrada provenientes de los impactos de los pies en el suelo. En consecuencia, al caminar, correr o pedalear se produce un efecto hemodinámico continuo sobre el flujo de sangre al cerebro en los seres humanos, por lo que podemos especular que estas actividades mejoran la función y perfusión cerebral y la sensación general de bienestar que se experimenta durante la práctica de ejercicio”.

Mejor que pedalear

Distintas investigaciones previas ya habían demostrado que el impacto en el suelo del pie mientras se practica ‘footing’ provoca una serie de ondas de reflujo –u ‘ondas retrógradas’, es decir, que fluyen en dirección contraria– a través de las arterias que se sincronizan con el ritmo cardiaco y la frecuencia de paso para regular de forma dinámica la circulación sanguínea a que llega al cerebro. Así, el objetivo del nuevo estudio fue evaluar si, tal y como sucede al correr, se logra este beneficio con el simple hecho de caminar.

En el estudio, los autores contaron con la participación de 12 adultos sanos y utilizaron técnicas de ecografía para medir la velocidad de las ondas sanguíneas a través de la arteria carótida y el diámetro de las arterias con objeto de calcular el flujo sanguíneo cerebral en mientras se camina –a una velocidad de un metro por segundo– o se permanece de pie.

Los resultados mostraron que, aunque el impacto del pie en el suelo es mucho menor al caminar que al correr, caminar es suficiente para producir grandes ondas de presión a través del cuerpo que incrementan de forma muy significativa el riego cerebral.

Es más; los resultados también mostraron que los efectos sobre el flujo sanguíneo cerebral que se producen por el hecho de caminar, aun inferiores a los que se producen durante una carrera, son a su vez mayores que los observados durante el pedaleo, en el que no hay ningún impacto del pie.

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