En torno a 800.000 personas en nuestro país padecen tartamudez, un trastorno mayoritariamente masculino –es hasta cuatro veces más frecuente en los varones que en las mujeres– que, como lamenta la Fundación Española de la Tartamudez, se encuentra asociado con un gran estigma social y laboral.
La tartamudez es un trastorno relacionado con las funciones neurológicas –el habla es una facultad localizada en el hemisferio izquierdo cerebral–. Sin embargo, y si bien los afectados no sufren un deterioro en su capacidad intelectual, “padecer tartamudez –denuncia la Fundación– significa maltrato y suicidio social, pues un gran número de los afectados se ven abocados a la marginación social y laboral”.
En palabras de Adolfo Sánchez, presidente de la Fundación Española de la Tartamudez, “la tartamudez es un suicidio social porque los pacientes no suelen interrelacionarse con la gente por el miedo y el pánico que les produce no poder mantener una conversación fluida. Además, se da la circunstancia de que generalmente son personas preparadísimas que no acceden a los puestos de trabajo por esta incapacidad en el habla”.
La detección precoz, fundamental
Por lo general, la tartamudez comienza a manifestarse cuando el afectado alcanza la edad de 3 o 4 años, momento en el que, como apunta Alicia Fernández-Zúñiga, especialista en tartamudez de la Asociación Española de Logopedia, Foniatría y Audiología (AELFA), “resulta esencial abordar la patología a través de una atención temprana y preventiva”.
De hecho, hasta el 80% de los casos que son tratados en la infancia temprana llegan a solucionarse. No tanto así cuando los tratamientos, significativamente más complejos dado que requieren de apoyo psicológico, se inician en la adolescencia o en la edad adulta, etapas en las que el porcentaje de curación es de tan solo un 33% y existe un mayor riesgo de recaídas.
Como incide Adolfo Sánchez, “la detección precoz es básica, razón por la que resulta primordial que se lleve a cabo una atención oportuna en la escuela y, de la misma manera, que los pediatras conozcan la tartamudez y no la confundan con los problemas típicos del aprendizaje”. Sin embargo, según apunta Alicia Fernández-Zúñiga, “hemos de lamentar que los profesionales sanitarios desconozcan en qué consiste y cómo se trata la tartamudez”.
Falta de concienciación social y respeto
Tanto la Fundación Española de la Tartamudez como la AELFA también critican la forma en que la sociedad tiende a interactuar con los afectados, dado que “suelen meterles prisa al hablar, les corrigen, terminan sus frases y les presionan porque creen que se traban por vaguería o por nerviosismo”, explica Adolfo Sánchez.
Así, los especialistas recomiendan a los padres de niños afectados por la tartamudez que, tal y como hacen con el resto de la sociedad, “les dejen hablar, les transmitan tranquilidad, no les corrijan y, sobre todo, se fijen en el contenido de lo que está diciendo y no en la forma en la que lo está diciendo”, indica Alicia Fernández-Zúñiga.
En este contexto, cabe resaltar que Adolfo Sánchez comparecerá el próximo día 24 de abril en el Congreso de los Diputados para exigir al Gobierno que promueva campañas de concienciación social sobre este trastorno. Y asimismo, “para que las personas con tartamudez dejen de ser un motivo de mofa en algunas televisiones”, concluye el presidente de la Fundación.