Las normas sociales influyen de manera significativa en la elección de los alimentos y, por tanto, en la alimentación misma de los individuos. En consecuencia, cuando una persona recibe información sobre el tipo de alimentación –abundante o escasa en cantidad– que están llevando a cabo los miembros de su comunidad, la probabilidad de que adopte una conducta alimenticia similar se incrementa notablemente. Así lo muestra un estudio llevado a cabo por investigadores de la Universidad de Liverpool (Reino Unido) y publicado en la revista Journal of the Academy of Nutrition and Dietetics.

En palabras del doctor Eric Robinson, director de la investigación, “nuestros resultados muestran que las conductas alimentarias pueden ser transmitidas socialmente, por lo que pueden tener implicaciones para el desarrollo de campañas de salud pública más eficaces dirigidas a la promoción de una alimentación sana”.

Seguir la tendencia

Para llevar a cabo la investigación, los autores realizaron una revisión sistemática –o metanálisis– de 15 estudios ya publicados en los que se evaluó si la información sobre el hábito alimenticio de las personas influye sobre la ingesta de alimentos o sobre la elección de los mismos.

Los resultados mostraron que cuando la norma es seguir una alimentación abundante, la probabilidad de que el individuo que recibe la información adopte una dieta similar se incrementa en un 41%. Y en el caso de que la norma social sea la ingesta de una baja cantidad de alimentos, la probabilidad de imitar la conducta aumenta en un 35%.

De hecho, el estudio constata la existencia de una fuerte asociación entre la comida y la identidad social. Como explica el doctor Robinson, “si el sentido de sí mismo de una persona está fuertemente orientado por su identidad como miembro de su comunidad local y se percibe que la comunidad come de forma saludable, entonces esa persona podría tender a comer de forma saludable con el fin de mantener un constante sentido de identidad social”.