Las personas con bajo peso o, lo que es lo mismo, con un bajo índice de masa corporal (IMC), no presentan, tal y como habían sugerido distintas investigaciones, un mayor riesgo de enfermedad de Alzheimer. Así lo muestra un nuevo estudio llevado a cabo por investigadores del Hospital Rigshospitalet en Copenhague (Dinamarca) y publicado en la revista The Journal of Clinical Endocrinology and Metabolism (JCEM).
En palabras de la doctora Ruth Frikke-Schmidt, directora del estudio, “es cierto que algunas investigaciones previas habían encontrado una asociación entre el Alzheimer y un bajo IMC. Sin embargo, nuestros hallazgos sugieren que esta relación no es causal. Así, esta asociación podría explicarse por el hecho de los que pacientes con Alzheimer son más susceptibles a tener un bajo IMC debido a la pérdida de apetito y de peso durante las fases iniciales de la enfermedad”.
Variantes genéticas
El nuevo estudio tuvo por objetivo evaluar la posible relación entre la enfermedad de Alzheimer y un bajo IMC. Y para ello, los autores analizaron las muestras de sangre y de ADN tomadas a 95.578 adultos participantes en el ‘Estudio sobre la Población General de Copenhague’ –645 de los cuales acabaron desarrollando alzhéimer.
Concretamente, los investigadores buscaron en el ADN la presencia o ausencia de cinco variantes genéticas fuertemente asociadas con el IMC. Así, y en función del número de variantes genéticas encontradas –entre cinco y ninguna–, los participantes fueron incluidos en cuatro grupos de probabilidad genética de presentar un IMC bajo.
Los resultados mostraron que la presencia de variantes genéticas ligadas a un bajo IMC no se asociaron con un mayor riesgo de desarrollo de la enfermedad de Alzheimer. Una relación, por el contrario, que sí se estableció en el caso de las variantes genéticas predisponentes a un IMC elevado y otras enfermedades, caso de la diabetes tipo 2.
Como concluye la doctora Frikke-Schmidt, “en nuestro estudio hemos encontrado que tener un bajo IMC a lo largo de la vida por causas genéticas no conlleva un incremento del riesgo de alzhéimer. Así, nuestros resultados refuerzan la gran importancia de evaluar la causalidad de cualquier factor de riesgo antes de considerar el cambio de las recomendaciones de salud pública en base a simples datos observacionales”.
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