¡Hola a todas!

Antes de hablar sobre mi experiencia con el cáncer de ovario, querría transmitir un mensaje de fuerza y esperanza porque esta enfermedad no define toda nuestra vida y en mi humilde opinión hay que convivir con ella, normalizarla y no dramatizarla en exceso porque lo contrario, además de no ayudarnos, no es ni útil ni constructivo. Pues allá vamos con mi presentación:

Me llamo Violeta y tengo 32 años;  todo empezó tras una operación en la que se me diagnosticó cáncer de bajo grado en ovarios y útero e implantes en varios órganos peritoneales. Después de una larga operación y unas cuantas horas dormida, desperté y realmente lo único que me importó fue el hecho de estar viva. A pesar de que parezca una obviedad decirlo, incluso aparentemente fácil, es una sensación inexplicable. Al cabo de unas horas, mi médico me explicó lo sucedido: me habían vaciado y limpiado todo tumor visible.

Aún sabiendo lo que significaba eso, mi cuerpo y mi mente sólo pensaban en recuperarse y me decía a mí misma que ya habría tiempo de pensar en ello. Tras ocho días en el hospital en el que fui maravillosamente cuidada, tocaba volver a casa; fue en ese momento cuando la cabeza se puso en funcionamiento : ¿Por qué? ¿Por qué yo? ¿Cómo ha podido pasar?  A partir de ahora… ¿Qué?

Actuaba como si aquello no fuera conmigo; como si fuera mera espectadora de un acontecimiento ocurrido a la protagonista de una película. Todo narrado en tercera persona. Tras unas tres semanas tocaba cita con la oncóloga,  que me explicó  todo con detalle; también el tratamiento a seguir. Fue a partir de ahí cuando empecé a ser consciente de lo ocurrido; fue un verdadero shock emocional. A pesar de la fortaleza  y la valentía, el miedo y el temor estaban presentes  ante la quimioterapia. La valentía no es antónimo de miedo; es la valentía la que ayuda a superar el miedo.

Me informé con experiencias de gente cercana; propias y ajenas. Y de toda esta información concluí que serían unos meses duros en los que estaría más o menos indispuesta pero que era temporal; era el momento de la paciencia. Las primeras semanas sentí rabia, tristeza, pero también hubo días buenos, muy buenos…Altibajos emocionales de la mente; todo lo imaginable e inimaginable. Pero jamás rehuí ni reprimí estos sentimientos; los compartí para que los más cercanos me entendieran mejor.

¿Lo peor? Como tantas cosas en la vida, la incertidumbre de esta enfermedad; el qué pasará mañana. Sin embargo, hoy es el día en el que he aprendido a pensar en el momento; como decía nuestra amiga Paloma, “a saborear el momento”, a saber que yo no puedo controlar el futuro pero sí el presente, a no castigarme psicológicamente , a hacer las paces conmigo misma a estar más pendiente de mí y alejar todo lo que podía ser tóxico en el pasado hasta el día de hoy.  Pero, ante todo, a priorizar sólo lo realmente importante.

Después de cuatro sesiones de quimioterapia, físicamente no ha resultado ser tan duro, quizá un poco molesto pero nada que una mujer no sea capaz de llevar, con más fuerza y seguridad en mí misma, disfrutando de cualquier momento bueno que se me presente e intentando ser la mejor versión de mí misma.

En resumen, a nadie le apetece pasar por esto, pero no cabe duda de que podemos con ello. Hemos de  ser conscientes de que seguimos siendo 100% nosotras, independientemente de lo ocurrido. Lo importante no es caerse, sino  volver a levantarse.