Muy frecuente en la edad infanto-juvenil, el bruxismo es un movimiento repetitivo, intenso y rítmico de  los músculos que intervienen en la masticación.  Generalmente se produce de forma inconsciente durante la noche y en las primeras edades no suele considerarse patológico pues forma parte del proceso de desarrollo de la dentición y de los músculos faciales.

Pero cuando persiste más allá de los 20 años de edad el problema, que  puede afectar de forma crónica hasta casi el 20 por ciento de las personas adultas, adquiere otra dimensión pues puede ser responsable, en función de su intensidad, de la hipertrofia de los músculos masticatorios. Los especialistas señalan que, al producirse habitualmente durante las horas de sueño, un importante porcentaje de quienes lo sufren no son conscientes de padecerlo.

Esta alteración afecta especialmente al músculo temporal ocasionando dolor en la sien y en la mandíbula, además de incidir negativamente sobre la función masticatoria e incluso provocar ruidos muy molestos en la articulación temporomandibular.

Popularmente es conocido como ese incómodo y continuo rozar de la dentadura  superior e inferior.  Su etiología es multifactorial y entre los factores desencadenantes los expertos señalan la maloclusión o malposición dentaria, las situaciones de estrés continuado y algunos trastornos del sistema nervioso.

El bruxismo tiene diversos tratamientos. Una vez detectado, los especialistas insisten en la necesidad de abordarlo a través de la rehabilitación de las arcadas dentarias; la utilización de prótesis dentales y ortodoncias; terapias  psicológicas destinadas a reducir la tensión y el estrés; la  fisioterapia dirigida a lograr distensión muscular y la utilización de férulas de relajación. Distintas técnicas  que logran reducir  la sintomatología y, consecuentemente,  eliminar o rebajar las complicaciones.