El incremento de la cantidad de fibra en la dieta ayuda a las personas que han sobrevivido a un infarto de miocardio a vivir más tiempo. Concretamente, el consumo de 10 gramos diarios adicionales de fibra de cereales reduce el riesgo de mortalidad de los afectados en un 25%. Así lo muestra un estudio llevado a cabo por investigadores de la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Harvard (Estados Unidos) y publicado en la revista British Medical Journal (BMJ).

En palabras de la doctora Shanshan Li, directora de la investigación, «un mayor consumo de fibra en la dieta, especialmente fibra de los cereales, se asocia con un menor riesgo de muerte por cualquier causa en los pacientes que han sobrevivido a un infarto. Además, y con independencia de que se haya padecido o no un infarto, cuando se incrementa el consumo de fibra se reduce el riesgo de mortalidad cardiovascular».A más fibra, menos riesgo

Distintos estudios previos ya habían confirmado que el consumo de fibra se asocia con una menor mortalidad cardiovascular. Un beneficio que, sin embargo, no se había evaluado hasta el momento en el caso de aquellos pacientes que ya habían sobrevivido a un infarto. Y como recuerdan los autores, «el número de personas que sobrevive a un infarto de miocardio es cada vez mayor. En consecuencia, cada vez será más importante conocer qué medidas pueden adoptar en su estilo de vida para, junto con su medicación, mejorar sus perspectivas de salud a largo plazo».

Para llevar a cabo el nuevo estudio, los investigadores analizaron los datos de 2.258 mujeres y 1.840 varones que, sin antecedentes de enfermedad cardiovascular, ictus o cáncer, habían sufrido un infarto de miocardio durante su participación en dos grandes ensayos clínicos –el ‘Nurses’ Health Study’, con 121.700 mujeres, y el ‘Health Professionals Follow-up Study’, con 51.529 varones. Durante los nueve años de seguimiento del nuevo estudio, 682 mujeres y 451 hombres acabaron falleciendo por distintas causas.

Cereales, que no frutas y verduras

Los participantes se dividieron en cinco grupos (quintiles) en función de la cantidad diaria de fibra que contenían sus dietas tras el infarto. Y los resultados mostraron que, durante los nueve años de seguimiento, los participantes del quintil superior –los que comían más fibra– tenían un riesgo un 25% menor de fallecer por cualquier causa que los del quintil más bajo –los que consumían menos fibra.

En el caso de la mortalidad cardiovascular, y comparado frente al quintil más bajo, el riesgo era un 15% inferior en el quintil superior.

Sin embargo, el beneficio se encuentra condicionado por el tipo de fibra: solo una mayor ingesta de fibra de cereales –que no de frutas o verduras y, por lo general, consumida durante el desayuno– aumenta significativamente la esperanza de vida tras un infarto.

La razón podría obedecer a que un ingesta elevada de fibra puede mejorar los niveles de lípidos en sangre y reducir el riesgo de hipertensión arterial, obesidad y diabetes. Por el contrario, una dieta baja en fibra se asocia con un mayor riesgo de cáncer colorrectal.

– ¿Quieres consultar (en inglés) el estudio publicado en la revista ‘British Medical Journal’?

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