El síndrome de fatiga crónica (SFC) es una enfermedad biológica y no un trastorno psicológico. Así lo confirma un estudio llevado a cabo por investigadores de la Escuela Mailman de Salud Pública de la Universidad de Columbia en Nueva York (Estados Unidos) y publicado en la revista Science Advances, trabajo cuyos resultados identifican, por primera vez, cambios inmunológicos específicos asociados al SFC.
En palabras de la doctora Mady Hornig, directora de la investigación, “nuestros resultados muestra una correlación más fuerte entre las alteraciones en las citoquinas y la duración de la enfermedad que entre dichas alteraciones y las mediciones de la gravedad de la enfermedad, sugiriendo así que la inmunopatología del SFC o encefalopatía miálgica no es estática. Estos hallazgos tienen una implicación crítica para el descubrimiento de estrategias de tratamiento y el diagnóstico precoz del SFC”.
Citoquinas y SFC
Para llevar a cabo el estudio, los investigadores analizaron 51 biomarcadores inmunológicos en muestras sanguíneas de 298 pacientes diagnosticados de SFC y de 348 voluntarios sanos –grupo control.
Los resultados mostraron patrones inmunológicos específicos –concretamente, una disminución de los niveles de distintas citoquinas– en los pacientes diagnosticados de la enfermedad en los últimos 3 años.
Es más; el incremento resultó especialmente significativo en el caso del interferón gamma, citoquina asociada a la fatiga provocada por distintas infecciones virales –entre otras, el virus de Epstein-Barr causante de la mononucleosis infecciosa–. Sin embargo, no se halló una correlación entre los niveles de citoquinas y la gravedad de los síntomas de la enfermedad.
Como explica la doctora Hornig, “parece que los pacientes con SFC tienen niveles normales de citoquinas hasta que llegan alrededor de los 3 años, momento en el cual el sistema inmunológico muestra evidencias de agotamiento y los niveles de citoquinas caen. El diagnóstico precoz puede ofrecer oportunidades únicas para el tratamiento que probablemente difieren de las que serían apropiadas en las últimas fases de la enfermedad”.
En definitiva, concluye la directora de la investigación, “ahora tenemos pruebas que confirman lo que millones de personas con esta enfermedad ya saben, que el SFC no es psicológico”.
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