En la actualidad contamos con muchas técnicas médicas que permiten la prolongación de la vida, aunque en algunas ocasiones en condiciones que pocos seres humanos desearían para sí mismos. Sin embargo, muchas veces hay que decidir si aplicar dichos procedimiento en situaciones en las que los propios interesados carecen de capacidad para decidir. De ahí la creciente importancia que ha adquirido la expresión previa de las voluntades por parte de los pacientes.
Las voluntades anticipadas tienen por objeto tomar con antelación decisiones sobre la asistencia sanitaria en previsión de que el paciente llegue en algún momento de su vida a no estar capacitado para hacerlo. La Fundación de Ciencias de la Salud y la Fundación para la Formación de la Organización Médica Colegial (FFOMC) han publicado su Guía de Ética ‘Planificación anticipada de la asistencia médica’, que trata de «identificar los conflictos de valores que se dan en ese ámbito y el modo de resolverlos», explica el profesor Diego Gracia, presidente de la Fundación de Ciencias de la Salud.
Ejemplos paradigmáticos
La guía parte del análisis de casos paradigmáticos, cada uno de ellos con una solución concreta, y el método propuesto es el de la deliberación, tan antiguo como la propia ética. El objetivo es la toma de decisiones prudentes o razonables. «No se trata de que todo el mundo adopte la misma decisión ante un caso concreto, sino que todos lleguen a decisiones prudentes», explica el profesor Gracia. En este contexto, «la planificación anticipada de la atención es una consecuencia lógica del nuevo estilo de relación clínica y, antes que todo esto, se trata de una cuestión ética».
El consentimiento informado –el primer paso en la planificación de la asistencia– es un «proceso comunicativo entre los profesionales clínicos y el paciente para que éste, capaz y debidamente informado, pueda decidir de forma libre y voluntaria sobre una actuación referida a su cuerpo o su salud», recuerda este experto. «Hoy es evidente que las decisiones en general, y las médicas en particular, no pueden tomarse sólo con hechos, sino que han de incluir valores, lo cual obliga a la exploración de este aspecto por parte de los profesionales sanitarios, que es una gran asignatura pendiente de la medicina». Las legislaciones exigen, además, que de ésto quede constancia escrita a través de la cumplimentación de unos documentos específicos.
Preferencias y valores
Por otra parte, la historia de valores es un documento en el que el paciente pretende expresar y dejar constancia de sus preferencias y valores en materia de salud, proporcionando información a los profesionales sanitarios, sus familiares u otras personas que deban tomar decisiones sobre su vida y salud cuando él ya no sea capaz de hacerlo. «Orienta el proceso de toma de decisiones, eliminando posibles conflictos y disminuyendo la incertidumbre y ansiedad de aquellos que asumen esa tarea», explica el doctor José Luis Rodríguez Sendín, presidente de la FFOMC, «por eso es recomendable revisarla y actualizarla periódicamente». Para garantizar su conocimiento y su aplicabilidad es necesario incorporar este documento a los de voluntades anticipadas y a la historia clínica.
En cuanto a las voluntades anticipadas, Rodríguez Sendín apunta que el «hecho de que estas decisiones se tomen con antelación al momento en que tienen que aplicarse las hace particularmente complicadas». El profesional sanitario tiene con frecuencia dudas sobre la «solvencia» de este tipo de declaraciones. «La mejor manera de resolver los problemas que plantea la expresión anticipada de la voluntad de los pacientes es a través de un buen conocimiento de su sistema de valores, que el paciente puede haber transmitido al profesional y que debe haber quedado registrado en la historia clínica y en el documento de voluntades anticipadas».
Decisiones específicas
En el documento de voluntades anticipadas el paciente puede incluir decisiones específicas sobre los tratamientos de soporte vital (como la de no intentar la resucitación), medidas de sedación y analgesia o, por ejemplo, el rechazo a las transfusiones de sangre. También se pueden incluir otro tipo de previsiones y manifestaciones: la donación de órganos o tejidos, el destino de su cuerpo o la obtención y análisis de sus muestras biológicas.
Cuando los pacientes no se hallan capacitados para tomar decisiones y prestar su consentimiento informado, y tampoco existen voluntades anticipadas, la toma de decisiones corresponde a otras personas, que en el ámbito de la salud han sido, tradicionalmente, los profesionales sanitarios, pero en la actualidad en la mayoría de las ocasiones lo son los familiares o los allegados. En este sentido, los expertos consideran que antes de que la decisión sea tomada por un representante debe comprobarse si el paciente ha previsto qué hacer en tal circunstancia. Este representante no tiene por qué ser el pariente más cercano, aunque realmente lo es en la mayoría de los casos.
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