Bajo el lema ‘Cultivemos alimentos, no tabaco’, hoy miércoles, 31 de mayo, se celebra el Día Mundial Sin Tabaco, una efeméride impulsada desde 1987 por la Organización Mundial de la Salud (OMS) con el objetivo de concienciar a la población sobre los riesgos para la salud que supone el tabaco e impulsar políticas eficaces dirigidas a reducir su consumo.
En esta edición de la efeméride se busca concienciar sobre los perjuicios del cultivo de tabaco para la salud de la población y la del planeta, así como denunciar las interferencias de la industria tabacalera en los intentos de sustituir este cultivo, con lo que contribuye a la crisis alimentaria global.
Como informa la OMS, “con nuestra campaña animamos a los gobiernos a poner fin a las subvenciones a este cultivo y utilizar los recursos ahorrados para ayudar a los agricultores a cambiar a otros más sostenibles que mejoren la seguridad alimentaria y la nutrición”.
No más subvenciones
A día de hoy, 124 son los países en los que se cultiva tabaco y, por ende, ocupan tierras que podrían dedicar a cultivos para alimentar a millones de personas, lo que reduciría la inseguridad alimentaria. Y de acuerdo con los datos de la OMS, España es el sexto país europeo, y el trigésimo sexto a nivel mundial, que más superficie destina a este cultivo. Concretamente, 8.450 hectáreas, cifra considerable pero lejana al más de un millón de hectáreas dedicadas en China, primer país productor mundial, o las 83.166 de Turquía.
En total, el número global de hectáreas ocupadas por el cultivo de tabaco alcanza los 3,2 millones, el 55% aglutinadas en China, Brasil e India. Pero como las normativas que regulan este cultivo son cada vez más exigentes en los países con ingresos medianos-altos, las compañías tabacaleras están trasladando cada vez más sus plantaciones a África.
Pero, el cultivo de tabaco, ¿es realmente rentable para los agricultores? No, y tampoco para los gobiernos. Lo que sucede es que la importancia de estos cultivos es exagerada por la industria tabacalera. Tal es así que, entre otras medidas, la Organización reclama a los gobiernos que cesen sus subvenciones y destinen los recursos a programas de sustitución que ayuden a los agricultores a realizar la transición y mejoren la seguridad alimentaria y la nutrición. Una responsabilidad, asimismo, que también debe recaer en aquellos países que, si bien no cultivan, importan tabaco, pues colaboran igualmente en la perpetuación del problema.
Por lo general, los países con ingresos bajos y medianos dedican al cultivo de tabaco sus tierras más fértiles, que la planta de tabaco y los productos químicos para su cultivo degradan, a lo que se une que es un cultivo intensivo que requiere de hasta nueve meses para madurar. El resultado es la imposibilidad, incluso futura, de cultivar otros productos, especialmente unos alimentos necesarios para paliar el hambre que ya padecían 828 millones de personas en 2021 –150 millones más que en 2019, antes de la irrupción de la pandemia.
Es más; cerca del 29,3% de la población mundial, o lo que es lo mismo 2.300 millones de personas, se encontraban en situación de inseguridad alimentaria moderada o grave en 2021, 350 millones más que en 2019; y de las mismas, 924 millones afrontaron niveles graves de inseguridad alimentaria, siendo este aumento de 207 millones en solo dos años. En definitiva se necesita que las tierras ocupadas por el cultivo de tabaco se destinen a la producción de alimentos.
Pero este cultivo también es muy nocivo para el planeta, pues contribuye de forma muy significativa a la degradación del medio ambiente mediante el uso intensivo de plaguicidas y la pérdida de biodiversidad. Todo ello sin olvidar la deforestación, como revela uno de los datos presentados en la pasada edición del Día Mundial, celebrado bajo el lema ‘El tabaco, una amenaza para nuestro medio ambiente’: desde la década de 1970 se han perdido en todo el mundo 1.500 millones de hectáreas de bosques a causa del tabaco, principalmente tropicales, lo cual ha contribuido al 20% del aumento anual de los gases de efecto invernadero. De hecho, la fabricación de 300 cigarrillos requiere la destrucción de un árbol, y el cultivo de tabaco es responsable de cerca del 5% de la deforestación de los países productores.
Más de ocho millones de muertes al año
Evidentemente, los perjuicios asociados al tabaco no se restringen a la reducción del cultivo de alimentos y la degradación medioambiental. Su consumo es directamente letal, llegando a constituir una de las mayores amenazas de salud pública de la historia de la Humanidad. Además, y con independencia de sus diferentes variantes –cigarrillos, pipas de agua, productos de tabaco sin humo y demás–, no solo es mortal para sus consumidores directos. La OMS estima que de los más de ocho millones de decesos que el tabaco causa cada año, 1,2 son en fumadores pasivos.
Aún así, 1.300 millones de personas siguen fumando en todo el planeta con el riesgo, alerta la Sociedad Española de Cardiología (SEC), de ver reducida su esperanza de vida en 10 años, no existiendo ningún nivel seguro de exposición al humo y sus más de 4.000 sustancias químicas identificadas.
En definitiva, como concluyeron los participantes en la novena edición de la Conferencia Europea sobre Tabaco o Salud (ECToH), celebrada en Madrid y en la que los jóvenes tomaron la palabra para decir basta al tabaco y a todos sus productos relacionados para lograr la primera generación libre de tabaco para el año 2040, “las consecuencias del tabaco son devastadoras. Y es que no es solo la principal causa de enfermedades prevenibles y muerte en Europa y en todo el mundo, sino que también daña nuestro planeta”.
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